Ética algorítmica y algo más

Este artículo no versa sobre el pin parental, así que puede Vd. respirar tranquilamente y seguir leyendo. La semana pasada asistí como invitado a un congreso organizado en tierra de coronavirus y, sinceramente, he vuelto tranquilo, no ya por el virus gripal sino más bien por lo que pude escuchar de determinadas personalidades relevantes a nivel mundial que intervinieron en el Congreso organizado por la Pontificia Academia para la Vida.

Empezando por el final, destacar una frase del discurso de clausura pronunciada por quien es fiel representante de millones y millones de personas. Refiriéndose a la llamada “inteligencia artificial” y a los profundos cambios que está experimentando la vida con motivo de los avances tecnológicos, vino a decir el Santo Padre Francisco: “Todavía no tenemos nociones establecidas para responder las preguntas inéditas que la historia nos hace hoy. Nuestra tarea es más bien caminar con los demás, escuchar con atención y conectar la experiencia y la reflexión”.

Hay que ver lo poco acostumbrados que estamos en España a tales gestos de humildad, reconociendo las limitaciones tanto personales como colectivas, a la hora de afrontar determinados retos que suponen un antes y un después en nuestra Historia así como la necesidad de disponer del criterio de otros, tal vez los que más saben al respecto, para poder forjar, entre todos un mundo mejor. El Papa supo presentar magistralmente los retos a los que se enfrenta la humanidad ante los profundos cambios que provocan los avances tecnológicos y científicos en la percepción humana, haciéndonos sentir por un lado, extensos y sin límites ante todo lo que podemos alcanzar a golpe de clic y, por otro lado, reduciéndonos a meros elementos de consumo, manipulados y manipulables: si una máquina de esas que pueden hacer millones de cálculos en millonésimas de segundo se hace con nuestros datos. El Papa reclamó humildemente el espacio que la religión ha de tener en todo elemento de desarrollo investigador, de difusión y avance del conocimiento y de la vida en sociedad, en definitiva, supo poner en valor la dimensión política de esta nueva era y la importancia de desarrollar la reflexión a la par que se desarrolla la ciencia y la técnica.

No fue el único de quien tuve la oportunidad de aprender. Así, Brad Smith, Presidente de Microsoft, retomando lo dicho por JFK comentó: “la tecnología no tiene conciencia”. Y añadió: “but people do: pero la gente sí”.

Hay que ver lo poco acostumbrados que estamos en España a tales gestos de probidad. La tecnología, los algoritmos que hoy son capaces de controlar los procesos de producción y distribución mundiales, los mecanismos de gestión sostenible siempre son elaborados por alguien, y ese alguien es el primero que ha de obligarse a sí mismo a respetar los derechos humanos, a partir del cumplimiento de sus propios deberes, facilitando con ello la transición a esta nueva realidad común a la que nos vemos abocados. Y es así como deben afrontarse todos los debates que relacionan técnica y valores. Con responsabilidad.

Y como estos, otros tantos líderes y directivos de empresas que, explicando meramente su día a día, fueron capaces de predicar con ejemplo y elevar al grado de máxima dignidad la labor del directivo de gran compañía multinacional, con pleno convencimiento de servir y colaborar, como empresa, en el reto que supone dejar a nuestros hijos un mundo mejor que el que hoy por hoy tenemos. Solo existe una forma de hacer las cosas: hacerlas bien.

Humildad, Probidad y Ejemplo, valores que, conciliados con el de libertad, deben constituir la base de nuestra sociedad. Y ni de esto ni de aquello vamos sobrados en España. No somos conscientes, tal vez por espurios intereses, de la importancia que tiene que cada uno aporte su parte al gran reto que tenemos por delante consistente en conciliar, tal vez agrandar, el concepto de unidad moral, desde nuestra libertad individual, hasta ser capaces, a partir de la responsabilidad personal, de aportar nuestro granito de arena al cumplimiento del fin que tenemos como sociedad.

Y puede que no vayamos sobrados debido a la atención que prestamos en nuestro país a los tres grandes pilares que sostienen el necesario dialogo que ha de existir entre la ciencia y la política, a saber: ética, educación y derecho. Un simple ejercicio de reconocimiento de quienes elaboran nuestras leyes y su propio contenido o sobre los términos sobre los que gira el debate educativo o bien sobre los empecinamientos en cambiar nuestra Historia (reciente) no hacen sino mostrar lo mal encaminados que vamos en España como sociedad. Ahora bien, les aseguro que los grandes líderes mundiales, los que son capaces de cambiar el mundo con una simple decisión, están en la línea correcta. Hay esperanza.

Publicado en La Opinión de Murcia

Rubén Martínez

Rubén Martínez ha publicado 18 entradas en este blog.

Deja una respuesta