Negro muerde perro y otros cuentos progres

Bertrand O,Dongo es camerunés, un negro. Así como suena. Podemos decirlo sin (excesivo) temor a la censura progre porque el muchacho es de Vox. En caso contrario, los de la corrección política nos obligarían a denominarlo “persona de color”. Un negro, como les decía. Circula por la mar oceána del internet un vídeo en que los de la monserga progre pacifista insultan a unos chicos de Vox con todo el repertorio: facista, xenófobo, ¡¡¡racista!!!, le dicen a Bertrand. Y él responde: “pero ¡si soy negro!”. Y la progresía, que nunca dejará que la realidad le estropee un buen insulto responde rápidamente: “racista con los pobres”.

Bertrand se equivoca. No porque no sea negro, que eso lo ve hasta un progre. Se equivoca porque “racista” es un insulto, no una descripción de la posición mantenida por él o su partido. Sería, para entendernos, como si cuando el ingenioso hidalgo llama hideputa a cualquier malandrín, éste procediese a mostrar la estricta virtud de su santa madre. Si te llaman hideputa o racista no hay defensa posible: te han endosando un sambenito y no hay silogismo que lo levante, ni bálsamo de Fierabrás que lo cure.

Miren si no qué pasa con todos los partidos (los serios, los democráticos, fetén y feministas) cómo doblan el espinazo ante el protocolo impuesto por la delegación iraní de visita al Parlamento. El parlamento, presido por una diputada socialista (fémina y portadora del frasco de las esencias feministas, al decir de Calvo) acepta sin pestañear que las diputadas españolas no den la mano a los briosos varones iraníes, ni mirarlos siquiera no vaya a ser que la liemos parda. Y eso, como digo, no tuvo lugar en Villavieja de la Ramblasalá donde el concejal tuvo un día tonto paseando el rebaño: en el Parlamento, representando (y humillando) a todos los españoles. Pero no pasa nada porque ellos se llaman feministas y así lo repiten los medios de manipulación masiva. Sólo el partido machista y racista, sólo Vox impidió la humillación a los españoles y a España.

Insisto en que da igual. Da igual que en las listas de las últimas elecciones generales por Murcia, el único cabeza de lista que era mujer fue Lourdes Mendez, del partido machista ese. Sólo un negro en el congreso, del partido racista ese. Nada en el programa de Vox permite acusarles de machistas ni racistas. Ni de hideputas. Si usáramos las palabras en su sentido estricto, claro. Pero eso requeriría cierta honestidad.

Los otros partidos están en lo suyo, unos imponiendo su ideología, otros cediendo y otros intentando fijar la veleta ¿se acuerdan de Cs? A estas alturas, ni Ruíz Palacios se aclara con ellos, en fin. Normal que los otros partidos se pongan de acuerdo (pacten, ¡qué palabra!) para que no entre nadie en su corral que llame a las cosas por su nombre, que es lo que hacemos todos los que no nos dedicamos profesionalmente a la política y vemos que un negro es un negro y que ceder ante la delegación iraní es un despropósito como tantos otros. Normal, como digo, que intenten aislar a la gente que llaman al pan pan y al vino vino y, por tanto, que intenten silenciar a quien tiene la osadía de intentar llevar la voz de esa gente al parlamento y a la legislación: para impedir que los iraníes nos humillen, para impedir que quien ha cotizado 40 años reciba una pensión inferior que unos recién llegados, para impedir que los terroristas vuelvan a coger fuerza. En fin, normal que intenten silenciar a Vox.

Pero, ¿y la prensa? Antes se decía que “perro muerde hombre” no es noticia. La noticia es “hombre muerde perro”. Sin embargo, asistimos a un silenciamiento de lo que se sale del consenso progre. Vean (ahí está internet) lo que dice Vox cuando hablando de la infame ley de memoria histórica (una vez más, los cuatro de la manita): que la historia no está para condenarla sino para estudiarla y aprender de ella. Por eso, continúan, no condenamos ni AlAndalus ni la Reconquista, ni la República ni nada de nada: la historia está para conocerla y, magistra vitae, aprender de ella y, eso sí, para que los expertos discutan entre ellos. Un periodista decente que, además, tuviese un mínimo de formación y de interés en contar lo que pasa, buscaría transmitir la noticia. Su titular podría ser: “Vox se opone a la Ley de Memoria Histórica por considerarla manipuladora o porque oculta la verdad de lo que ocurrió” porque, habida cuenta de que los otros partidos las imponen o la asumen, ese titular es una versión de “hombre muerde perro”. Revisen hemeroteca y podrán comprobar que lo que la chusma periodística escribió fue, más bien, que perro muerde hombre: “Vox se niega a condenar el franquismo”, es decir, Vox se niega a someterse al consenso: es original, llama a las cosas por su nombre, invita a considerar los hechos y dejar que haya la libre discusión. Al final de la intervención de Espinosa de los monteros sobre esta cuestión, una periodista (que, sin duda, condena el franquismo, el machismo y el racismo) le dice que en Andalucía Vox había llevado una medida sobre 1942 o algo así… (dice la reportera)… bueno, sobre el Nuevo Mundo: allí mismo había gente medianamente leída que entendió que se refería a 1492 (ya saben, conquista de Granada, descubrimiento de América).

¿Quedará, entre los periodistas, alguien de la vieja escuela que no sólo sepa distinguir 1942 de 1492 con soltura sino que recuerde la diferencia entre informar (de que hombre muerde perro) y opinar (a ser posible con algún argumento)? Porque informar de lo que pasa sin tergiversar u ocultar lo que no gusta venía siendo blasón de buen periodismo, al menos antes del rodillo de la memoria histórica.

Publicado en La Opinión de Murcia

Manuel Ballester

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