Al margen de pudiera o no preverse, hemos vivido una situación inédita en el pasado reciente. Acierto y eficacia es lo que se pide de quienes son responsables.
Junto con el sanitario, el ámbito de la enseñanza, al que me dedico, ha sido de los más afectados. Cientos de centros educativos, miles de profesores, cientos de miles de alumnos, y las familias de todos. Total, que lo que ocurre en el entorno escolar afecta directamente a un elevadísimo porcentaje de la población.
Ante la novedad que viene apretando, hay que salvar los muebles. Es un tópico que los españoles somos muy de improvisar; y nos han dado la oportunidad de oro para lucirnos.
Se entiende que hayamos ido a golpe de ocurrencias, máxime teniendo en cuenta que el “mando único” iba soltando sugerencias y dando volantazos. Pero lo que quiero subrayar es que, de hecho, el peso de toda esta improvisación ha recaído en el profesorado. A falta de orientaciones fiables y claras, han sido algunos (muchos) profesores concretos quienes han salvado del caos total esta contrariedad del trabajo en casa de los alumnos. Han puesto su empeño en sortear las nuevas dificultades, en aprender nuevas estrategias, nuevos modos de transmitir conocimientos a los alumnos, de incorporar vídeos e impartir clases online, de seguir la evolución, de corregir las tareas.
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