
En el espléndido final de la película Amadeus, un Salieri encerrado en un manicomio (al que le ha llevado la locura desatada por el odio que siente al saberse un mediocre, frente a la genialidad de Mozart) pronuncia estas palabras: “Mediocres de todo el mundo, yo os absuelvo…”. En realidad, precisamente por saberse inferior, Salieri no podía ser un mediocre, sino una persona de gran talento, capaz de reconocer la diferencia entre él y el genio de Salzburgo. En otra película, El indomable Will Hunting, encontramos un caso parecido: el insigne profesor de matemáticas atormentado por los desaires que le prodiga su joven y brillante alumno le dice: “Tú me desprecias…, pero apenas hay en todo el mundo un puñado de personas capaces de apreciar la diferencia entre tú y yo; y yo soy una de ellas…”.
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