
Son muchas las amenazas que se ciernen sobre la humanidad, algunas como consecuencia directa de nuestras acciones en el mundo y, otras muchas, fruto del puro azar. Al respecto, estas últimas semanas estamos asistiendo a un espectáculo sin precedentes debido a la pandemia provocada por el virus denominado Coronavirus (COVID-19), que está causando estragos considerables en la población mundial y provocando incertidumbres, temores y desasosiegos sobre cuál es su origen y qué efectos tendrá en nuestro futuro. Esta amenaza, junto a otras muchas, nos lleva a reconsiderar la necesidad de asumir, de manera urgente y compartida, la responsabilidad ética de proteger la vida en todas sus dimensiones (humana, animal y vegetal) y de atender con cuidado extremo los problemas de degradación, contaminación y deterioro del medio que habitamos (aire, tierra y agua), adoptando medidas educativas, económicas y sanitarias que permitan nuestra supervivencia y la viabilidad de las generaciones venideras.
El mundo de hoy, el que nos ha tocado vivir, atraviesa momentos difíciles y complejos. Las incesantes alteraciones en el ecosistema y los continuos cambios en la economía mundial, unidos a situaciones como la pandemia coronavírica que estamos padeciendo, están suscitando en muchos de nosotros la idea de un futuro incierto, incitándonos incluso a pensar que pudieran existir, por parte de algunas oligarquías o corporaciones transnacionales, oscuros intereses o planes ideológicos perfectamente trazados para el futuro de la humanidad.
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