
La maternidad tardía o postergada es un fenómeno en alza gracias a que hemos aumentado nuestra esperanza de vida y a que los avances científicos, médicos y tecnológicos posibilitan gestar a edades cada vez más avanzadas. Sin embargo, la decisión de retrasar al máximo la maternidad, aunque para muchos suponga un gran progreso humano, suele estar condicionada por circunstancias personales o por situaciones de inestabilidad laboral, precariedad económica o estilos de vida que dificultan la concepción y la crianza de hijos. Circunstancias que, unidas a la exigencia de compatibilizar la carrera profesional y la organización laboral con la vida familiar, suponen un serio obstáculo para poder ser madre a edades más tempranas, justamente cuando el reloj biológico marca el nivel de la plenitud, de lo idóneo o de lo funcionalmente recomendable.
Ser madre primeriza por encima de los 40 años, o incluso a edades más elevadas, llegando incluso a estados postmenopáusicos, por encima de los 50 o 60 años, es un reto al que muchas mujeres se enfrentan hoy día. Además de los riesgos obstétricos asociados a la maternidad tardía; diabetes gestacional, hipertensión arterial, anomalías cromosómicas,… Ser madre a partir de esas edades resulta más problemático e incluso traumático cuando se constata que resulta fisiológicamente imposible o cuando se interpreta como un error de planificación cronológica el no haber sido madre antes o, peor aún, cuando se vivencia como un fracaso personal. Tanto es así, que cuando no se logra un embarazo de manera natural, se buscan otras alternativas para la búsqueda del hijo (adopción nacional o internacional, fecundación in vitro, maternidad subrogada o subrogación uterina, etc.) o, sencillamente, por duro que cueste asumirlo, se renuncia a ello.
Continuar leyendo “Maternidad postergada”