
A dos días de las elecciones, parece conveniente reflexionar acerca de los motivos que mueven a los votantes para decantarse por una u otra opción política (o por ninguna, que no olvidemos que votar es un derecho y no una obligación). Según algunos estudios, no elegimos lo que votamos, igual que no podemos elegir aquello en lo que creemos: las tendencias progresistas o conservadoras formarían parte de nuestra personalidad, y no las podríamos modificar fácilmente. Asimismo, la Psicología social demuestra que continuamente nos dejamos llevar por sesgos y atajos cognitivos para tomar decisiones rápidamente (lo que en determinados contextos evolutivos puede significar la diferencia entre la vida y la muerte), que luego intentamos justificar racionalmente. Para que nuestro voto responda a una decisión libre, racional y fundamentada solo podemos intentar informarnos de la manera más veraz y plural posible, y realizar un análisis sosegado y desapasionado de la situación política de nuestro país; algo de lo que muy pocos son capaces.
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