De símbolos, decencia y crispación

No sorprende, y sí aburre, el permanente debate que sobre libertad de expresión y su alcance legal se ha instalado en España. No sería así si parte de la clase política fuese decente y admitiera que hay líneas rojas que no se pueden traspasar de ninguna forma, como es el caso del delincuente condenado y fugado Valtonyc, que goza de gran prestigio entre la canalla que quiere ser casta por instar en un regüeldo musicado a que se agreda y queme la casa y la farmacia de un particular que tuvo cargo en el Partido Popular de Baleares.

En mi opinión, personas así deben estar aisladas socialmente. Y la decencia exige considerar que ningún totalitarismo ni sus líderes debieran poder ser invocados o exaltados de forma pública. Pero si homenajear terroristas de ETA, exaltar ideologías como el comunismo y sus líderes asesinos, o quemar de forma pública una foto del Jefe del Estado es libertad de expresión proclamar ¡Viva Franco! también debería serlo.

Sé que esto es difícil de entender para quien ve delito en escribir que los niños tienen pene y las niñas vagina. Es en la pérdida de la decencia donde está la luna, mientras que este falso debate sobre libertad de expresión es el dedo que la señala.

Ya se sabe dónde ponen el énfasis los canallas. Particularmente me importan un bledo las ofensas que algunos idiotas que quieren pasar por nobles bufones realizan contra símbolos del Estado. El problema está, como digo, en ser o no decente. Un bufón de verdad, aparte de sonarse los mocos con la bandera española en cuantas ocasiones tenga, debe subir a una carroza el día del orgullo homosexual a sonarse los mocos con la bandera arcoiris, para que nuestro inefable ministro de Interior pueda decirle que genera crispación, como a los que no se dejó hablar el otro día en Alsasua. O el próximo 8 de marzo secarse el sudor genital con la banderita lila, que tanto espabila. Y cuando llegue el 11 de septiembre, día de Cataluña, tras la alocución institucional del supremacista de turno, quemar la bandera catalana. La estrellada no, la catalana de verdad. Y si en vez de acosarle en redes sociales, (escracharle, en podemí) le queman su casa (como anima a hacer Valtonyc), al idiota que se cree bufón le habrá merecido la pena porque como todo posmoderno cree saber, la libertad de expresión de un idiota es una cosa muy importante y los símbolos que millones de ciudadanos sienten que les identifican y amparan no.

Y hablando de decencia, ¿qué me dicen de la indignación con la que algunos de nuestros políticos han recibido el penoso serial con que nos ha obsequiado el Tribunal Supremo a cuenta de los gastos del impuesto sobre actos jurídicos documentados? ¡Cuánto sentimiento! ¡Cómo cabalgan la ola de indignación con los sufridos hipotecados! Pero sobre la responsabilidad de que la normativa haya permanecido inalterada desde hace más de veinticinco años, permitiendo que sólo en este caso no sea el interesado en registrar la hipoteca (el banco) quien deba abonar dicho impuesto, ni media palabra. ¿Y saben por qué? Esto no va sólo contra los bancos. Va de desprestigiar al mismo tribunal que juzgará a los golpistas catalanes, y de paso, si pueden, al resto de instituciones del Estado que los han combatido. Eso es simbolismo, y lo demás, ‘farfulla’. Sí, los mismos hipócritas que llegaron a nuestra vida como esas sorpresas chungas en huevo de chocolate y que hace tres años escribieron en su programa electoral para las elecciones autonómicas (es un impuesto cedido por el Estado) que ese tributo había de aumentarse y seguir pagándose por parte de ‘la gente’, ya que entonces se afanaban en denostar la compra de vivienda. Viva la gente, que hay mucha. Y días para poder decir lo contrario de lo que haces sin vergüenza ninguna también. Menos mal para ellos que en España se lee poco, y menos un programa electoral.

En cualquier caso, la crispación ha vuelto para quedarse una buena temporada. Escribiendo estas líneas acabamos de conocer que otro perturbado viene a ingresar la nómina de idiotas muy peligrosos. Alardeaba en una red social de estar dispuesto a matar a Pedro Sánchez por la pretensión del Gobierno de exhumar a Franco del Valle de los Caídos, y por la cantidad de armas que guardaba en su domicilio esa amenaza hay que considerarla real. Ha tenido suerte el presidente del Gobierno, pues no siempre el que te quiere matar es tan tonto como este pollo y lo anuncia en público. No creo que nadie se atreva a sugerir que a cuenta de lo de Franco el PSOE es una fábrica de franquistas, como tanto se ha dicho de Rajoy cuando por fin decidió no dejar hacer a los separatistas catalanes. No sea que venga Marlaska a decir que sí, que muy mal por el pollo de Tarrasa, ¡pero es que vamos provocando, presi!

Publicado en La Opinión de Murcia.

José María Riquelme

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