Derechos de la infancia

El Congreso de los Diputados ha aprobado recientemente una ley de protección de la infancia.

Han trascendido las palabras de la podemita Ione Belarra acusando a la Iglesia católica de haber sido cómplice de encubrir la violencia sexual contra los niños. Aunque fuese un solo caso, sería tristísimo pero el hecho es que los abusos en un contexto relacionado con actividades religiosas constituyen el 0,2% (dos de cada mil abusos). En cualquier caso, si se pretendiese alguna coherencia, cabría esperar alguna condena respecto al encubrimiento de la violencia sexual contra menores precisamente en lugares como Baleares o Valencia donde Podemos y Psoe tienen responsabilidad de gobierno. Allí es donde las menores tuteladas han sido prostituidas en el primer caso y una menor ha sido abusada por el exmarido de la vicepresidenta en el segundo. Ni responsabilidades, ni condena, ni petición de perdón. Es más, oposición a que sean investigados estos casos gravísimos.

Prescindiendo de los aspectos relacionados con el sexo esta ley tiene en su origen dos errores conceptuales graves.

El primero es el de crear una ley específica para asuntos que son propios de un Código Penal. Nos estamos acostumbrando a que se legisle para afrontar problemas específicos. Con este proceder ¿no se está creando un nuevo conjunto de castas intocables (mujeres, lgtbi, menores…)? Pudiera ser que, por eso, se vayan al garete la libertad, la igualdad y la fraternidad que la Revolución francesa impulsó bajo un mismo lema. Cuando ante un mismo delito se recibe distinta condena en función de la casta, estamento, clase o sexo de quien delinque, se pueden decir muchas cosas pero no que haya igualdad, por ejemplo. Quizá, incluso, ocurra que se fomente la sensación de injusticia o, por decirlo con términos de Zapatero, que se fomente la crispación, tan lejana a la fraternidad aquella. Fijarse en los delitos y no en el grupo al que pertenece el delincuente simplificaría las leyes, crearía mayor seguridad jurídica y más paz social (menos crispación, en suma).

El segundo error, a mi juicio, está en considerar que los niños y adolescentes son seres angelicales, al estilo del mito del buen salvaje de Rousseau. Quizás en la época en que él vivió se podría considerar que podía tener algo de razón y que los niños eran buenos por definición y que la sociedad los corrompía. Pero hoy en día, los que trabajamos con adolescentes sabemos que están impregnados desde edades muy tempranas de los mismos problemas que tiene la sociedad.

Y esto se debe, probablemente, a que tienen acceso a informaciones que no son capaces de asimilar debido a su corta edad.

Hace no muchos años, e independientemente de lo que pensara y en lo que creyera cada uno, había una moral social comúnmente aceptada. Casi todo el mundo asumía que estaban mal una serie de actos como robar, mentir, acosar a personas más débiles, no respetar a los mayores… pero de manera progresiva se ha ido difuminando tanto en la sociedad en general y de manera más acentuada en los niños y adolescentes esas normas elementales de convivencia.

Cualquiera que, en su propia casa o en razón de su actividad profesional, trate con jóvenes está acostumbrado a observar a niños que miente si así va a conseguir una ventaja; a jóvenes que roban en clase a sus compañeros dinero de un estuche o un libro porque satisface una necesidad inmediata; o a adolescentes que acosan o se ríen de sus compañeros más débiles sin importarles el sufrimiento que ocasionan. Respecto al desafío a la autoridad de los profesores, no hay que insistir mucho. Saben, sabemos, que pueden comportarse así porque imitan conductas aprendidas en los medios de comunicación y porque se ha perdido el nervio social para hacer que se responsabilicen.

En ese contexto, a nuestros políticos se les ocurre legislar para para concederles más “derechos”, mayor campo de acción a su irresponsabilidad. No sólo es sorprendente sino irresponsable. Si quieren hacer realmente un favor a nuestros niños y adolescentes prohíban el uso de móviles y de las redes sociales a menores de edad y, además, si quieren redondear su actuación cierren Telecinco.

Publicado en La Verdad de Murcia (7/5/2021)

Andrés Nieto

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