Llevo estos días en la cabeza la musiquilla «tumtum tum tumtum», la banda sonora de Terminator, un clásico que en su momento me gustó pero que el otro día al volverla a ver advertí detalles en los que hasta el momento no me había fijado.
Como muchas pelis de ciencia ficción muestra un futuro consecuencia de la evolución y del desarrollo tecnológico. Esa era mi visión hace unos años, pero ahora me fijé en Sarah Connor, una mujer que apenas consigue llegar a fin de mes, despreocupada y hasta me atrevería a decir con una vida feliz que se ve alterada por la información que le llega del futuro sobre quién será su hijo, su misión y qué habilidades deberá poseer.
Ahí es donde digo, ¡vaya, qué suerte tiene Sarah! sabe cuál es el futuro al que se va a enfrentar su hijo y qué habilidades tendrá que dominar tanto para lo básico, como la propia supervivencia, como para lo trascendental, que no desaparezca la especie humana, ¡ahí es ná!
Las familias no solemos tenerlo tan fácil. No quiero decir que educar a un líder guerrillero de la resistencia sea más fácil sino que ahora es más difícil saber qué competencias, habilidades y conocimientos son los realmente necesarios para nuestros hijos y para un futuro inmediato que cambia tan rápido como cambiamos de estación.
Parece que la educación obligatoria no es suficiente, y hay que apuntar a la prole a clases extra de inglés y algún otro idioma que les diferencie, como el chino; no olvidar las clases de robótica, piano, equitación y mil cosas más que pensamos imprescindibles para que nuestros retoños puedan enfrentarse a ese futuro que está por llegar.
No soy la primera que comenta que las agendas de nuestros hijos van apretadas, pero es que debemos ser padres responsables. El futuro será muy competitivo y, según auguran, no habrá trabajo para todos, muchas profesiones actuales desaparecerán como desaparecieron las fábricas de hielo con la llegada del frigorífico así que todos los esfuerzos serán pocos en la preparación de esta generación que ha nacido conectada.
Terminator me suscita preguntas como ¿qué conocimientos y competencias tienen que adquirir mis hijos? Uf, No tengo una bola de cristal y ningún cibor T-800 ha venido a intentar matarme, ni mi marido es un soldado de la resistencia venido desde el año 2050. Así que no me queda otra que mirar a mi alrededor y ver qué se cuece.
Para empezar, la inteligencia artificial ya está aquí, llegó casi sin darnos cuenta. Hace unas semanas Telefónica en la última edición del Mobile World Congress presentó Aura, un asistente digital con inteligencia artificial incorporada. También recientemente actualicé el software de mi teléfono y me encontré con el nuevo Asistente de Google similar a Siri. Todas estas aplicaciones, y algunas más las llevamos en el móvil como algo cotidiano, parecen amables, divertidas, tienen salidas graciosas a preguntas comprometidas y hasta pueden llegar a ser útiles.
Sigo observando y me encuentro con un artículo muy interesante de Marco Streng, joven matemático con visión, es CEO de una empresa situada estratégicamente en un lugar donde la energía es barata para desplegar granjas de servidores en busca de los cotizados bitcoins ¡toma nueva profesión de minería virtual! Pero es que esto va más allá, ya que la tecnología empleada en las monedas virtuales, denominada cadenas de bloques o blockchain, es la que parece que va a cambiar la economía y la sociedad según vaticinan los expertos y que su efecto va a ser tan significativo para nosotros como la aparición de internet o tan trascendental como la aparición de la imprenta.
También observo que en la calle la postura de la gente ha cambiado, confieso que también la mía. Ahora casi todo se hace con una mano, porque con la otra tienes que sostener el móvil para estar atento al mundo virtual de los likes, de las noticias falsas, de los trolls maleducados y de las campañas que permiten poner o quitar a un presidente de una potencia mundial.
La conclusión, esto es un infierno, no sé si mis hijos tienen que adquirir destrezas que las máquinas ya hacen de forma impecable, o bien, tengo que dotarles de las habilidades que permitan que su lugar en el futuro les permita aportar valor y resolver las tareas o los problemas de un mundo tan cambiante. No sé si las clases de idiomas les van a servir en un futuro donde quizás tengamos traducción simultánea de un idioma a otro integrado en un chip en nuestro smartphone o incluso en nuestro cerebro. No tengo ni idea si deben aprender nociones de economía, o si tengo que presentarles las maravillas que cuentan los Tapscott sobre la tecnología blockhain; no sé si llevarle a clases de robótica con Lego, o si tienen que aprender fundamentos de programación, algoritmos genéticos, redes neuronales y lógica formal.
Sea como fuere, les toca adaptarse al cambio continuamente, por tanto, más que enfocar la educación al uso de la tecnología actual, que será obsoleta antes de que acabe el año, quizás tengamos que enfocarla hacia el conocimiento profundo de la misma. ¿Cómo combatir o usar algo de forma adecuada si no se entiende o se confunde con la magia? También nos toca dotarles de pensamiento crítico, no todo vale, no tenemos que creernos todo lo que nos cuentan sin contrastarlo, bueno esto ya sucede hoy, no hay que esperar al futuro. ¿Qué valores, qué moral, y qué reglas de convivencia?
¿Estamos preparados? No os podéis imaginar cómo envidio a la joven Sarah Connor.
Sayonara, baby.
Publicado en La Opinión de Murcia