Pocas infraestructuras tan deseadas, necesarias y esperadas en esta Región como el Aeropuerto Internacional de la Región de Murcia que, de momento, es su nomenclatura oficial. Y digo bien cuando digo necesaria. Disculpen la grosería de citarse a uno mismo, porque me remito a lo publicado en estas mismas páginas el día 8 de enero de 2015. Creo que los murcianos hemos pecado siempre de no valorar nuestras necesidades en infraestructuras como la oportunidad de prosperar en un entorno que también es competitivo, como el territorial, y ejemplos tenemos en España del mercadeo presupuestario a cuenta de las inversiones en las diferentes autonomías.
¿Por qué digo esto? Porque el “pero” que lastra esta infraestructura vital es el conflicto no resuelto con la anterior concesionaria y que sigue suponiendo un coste económico para el presupuesto regional. Problema que no existiría si esta instalación se hubiese planteado desde el principio con la fuerza de los argumentos políticos y económicos de rigor para ser atendidos por el Estado. Abandonada esa vía, y teniendo la Comunidad Autónoma la opción de promover por sí misma la obra, se cometió el peor error político: restar valor social al proyecto negando que tuviese que suponer coste económico alguno para la Región. De ahí a la desafección popular con el proyecto hay un paso. Igual son cosas mías, pero siempre he pensado que todo lo que merece la pena cuesta. Tiempo, dinero y disgustos. Como tiempo se ha tenido para explicar las razones de porqué el Aeropuerto de Alicante no sirve para que en la Región de Murcia podamos desarrollar por fin una política turística que satisfaga el interés regional por medio de todos sus municipios, en especial los costeros. Sí, también a Mazarrón, Lorca y Águilas, que no están a la distancia de El Altet que imaginan quienes desde el centro de Murcia critican la “cercanía” de ambas infraestructuras. Me resulta complicadísimo imaginar a cualquier alicantino protestando cuando en los ochenta consiguieron su universidad, porque la de Murcia estaba “cerca”.
Y más inverosímil me resulta pensar que algún día los organismos y entidades políticas, empresariales y sociales de Alicante fuesen a renunciar a parte de su modelo de gestión turística para que el Aeropuerto de El Altet pudiese ser, con todo el sentido del mundo, el gran aeropuerto del sureste. No como consecuencia de su localización geográfica, sino por la disposición de un modelo operativo que sirviese a los intereses de todo el sureste español. ¿Tan mal nos queremos cuando tantos murcianos se han conformado con un aeropuerto limitado en horarios y enclavado en una esquina del territorio que no sirve para las necesidades futuras? Y Corvera, más lejos de El Altet que San Javier. Lo digo por lo del “argumento” de la cercanía. Pues ya nos lo hemos llevado más lejos.
Por tanto no puedo sino celebrar que el nuevo aeropuerto es una realidad. Y lo mismo que se citan los errores cometidos en su planificación, como murciano quiero valorar y agradecer el trabajo y la pericia de los sucesivos Gobiernos de la Comunidad Autónoma y en especial de sus consejeros de Fomento para salvar obstáculos y comprometer la participación de los actores estatales cuando todo parecía perdido. Espero que una vez consolidada esta infraestructura, que no está exenta de riesgos asociados al devenir económico y en especial al llamado “Brexit”, sepamos reconocer que hubo personas que no se conformaron cuando venían mal dadas, y que siguiendo el viejo proverbio, comprendieron que el río, como las razones, cuanto más profundo menos ruido hacen sus aguas, o sus argumentos. Discreción y trabajo han sido los ingredientes de una buena receta para llevar a término la obra y el proceso de apertura.
Antes de subirse al avión, queda pendiente la solución definitiva para nombrar oficialmente la instalación. Abogo por Juan de la Cierva, ese murciano universal cuya memoria estará siempre por encima del revanchismo revisionista, por más que algunos mediocres se empeñen. Me pido ventanilla.
Publicado en La Opinión de Murcia.