Invertir en defensa para ser más libres

La invasión de Ucrania por parte de Rusia, pero sobre todo los falaces argumentos esgrimidos por Putin para tal suceso traen a la memoria acontecimientos que hace poco más de ochenta años convirtieron Europa en campo de batalla cruenta y también ideológica. Conviene rescatar de la memoria a filósofos como Oswald Spengler, admirador del carácter cesáreo del socialista y fundador del fascismo Benito Mussolini, al que despreció después, como despreció el nacional socialismo de Hitler al sufrir la deriva, primero ideológica y después criminal que terminó alumbrando la tristemente famosa ‘noche de los cristales rotos’, suceso que le hizo romper definitivamente con el régimen alemán. El autor de ‘La decadencia de Occidente’, que durante los años veinte porfió de forma autoritaria contra la República de Weimar, dejó para la posteridad una frase definitiva que estos días adquiere más vigencia que nunca: “En el último momento, será un pelotón de soldados el que salve la civilización y la democracia.”

Hoy, los europeos nos preocupamos por los efectos humanitarios y económicos de esta guerra, y expresamos nuestra solidaridad con quienes pueden huir de ella y con quienes no tienen otra opción que combatir al enemigo. Pero lo hacemos sin tomar conciencia de que la guerra es el estado natural de la humanidad, el mayor catalizador, a pesar de sus efectos devastadores, para que las naciones encuentren una razón que las cohesione y las impulse, independientemente de las causas y efectos de ese impulso. Las guerras no terminarán cuando vayan muriendo los Putin de hoy, y por ese motivo sería deseable que desde las instituciones de gobierno se explicara la necesidad que tienen las naciones modernas de que su población esté, primero concienciada, y después preparada para defender algo que trasciende conceptos como patria o territorio, y que se llama, simplemente, una forma de vida que queremos legar a nuestros hijos. Lo saben bien en Israel que, conflictos geopolíticos aparte, es la única democracia real y consolidada en una parte del mundo dominada por el fanatismo religioso y su violencia intrínseca que se proyecta externamente hacia sus vecinos e internamente sobre su propio pueblo. Por ello, mujeres y hombres israelitas, en verdadera igualdad, (la de las cosas feas y peligrosas) dedican años de su vida a instruirse y entrenarse para que llegado el momento decisivo sepan escoger entre cargar un fusil o entonar ‘Imagine’ de John Lennon.

¿Y en España? Resulta obvio que ese pacifismo buenista y absurdo, que denigra el oficio militar y al Ejército y que se viene inculcando a los jóvenes españoles desde hace décadas con el aplauso de altas instancias del Estado, invalida cualquier opción que trate de restaurar, a nivel social y en el corto plazo, una conciencia de defensa nacional voluntaria, sensata, práctica y eficiente, que garantice formación y expectativas laborales atractivas para las escalas básicas, que serviría al Estado para promover un gran pacto nacional para que el Ejército mejore su papel como plataforma de innovación tecnológica en colaboración estratégica con las universidades y centros tecnológicos de carácter empresarial. Tampoco estaría mal que en colegios e institutos se valorara la presencia ocasional de integrantes de nuestras fuerzas armadas para enseñar a los estudiantes qué hace un ejército moderno, y, sobre todo, porqué son más necesarios que nunca.

España acogerá en Madrid, en poco más de dos meses, la Asamblea General de la OTAN, atrayendo las miradas del mundo. Imagino que los medios de comunicación serán indulgentes con el presidente del Gobierno y no harán sangre al recordar sus declaraciones de hace un par de años expresando lo prescindible que, a su juicio, resultaba el ministerio de Defensa y el gasto militar en nuestro país. Parece también que enmendar la falta de apoyo estadounidense a que Ceuta y Melilla sean considerados territorios OTAN a efectos de respuesta a un ataque exterior no será posible, dadas las privilegiadas relaciones que mantienen EE.UU y nuestro vecino y mayor amenaza, Marruecos. Lo que sí parece que sucederá es que por fin cumpliremos el compromiso con nuestros socios y dedicaremos al menos un dos por ciento del producto interior bruto a defensa. Porque no hay libertad sin seguridad.

Publicado en La Verdad de Murcia (22 de abril de 2022)

José María Riquelme

José María Riquelme ha publicado 19 entradas en este blog.

Deja una respuesta