Tras meses de parón obligado parece que volvemos a la “nueva normalidad” académica. Aunque de normalidad tiene más bien poco, por no decir nada.
Esta pandemia de la covid 19 está haciendo saltar por los aires costumbres y estilos de vida que formaban parte de nuestra cultura y nos están llevando a un nuevo concepto de sociedad en el que quizá no prevalecen los valores que considerábamos apropiados anteriormente.
Han sido meses de incertidumbre, de dolor, de miedo y, tanto el Gobierno central como los autonómicos, han contribuido a incrementar esa sensación de caos, de abandono, de ineptitud. Al fin y al cabo no hay más que ver cómo estamos de lleno en esta segunda oleada.
Llegan incensantemente unos datos alarmantes y cabe plantearse si se están dando de la manera más confusa posible para que parezca mucho más terrible de lo que es para intensificar esa sensación de miedo y mantenernos paralizados porque una sociedad atemorizada es muy fácil de manejar.
Y en medio de todo este caos llega septiembre con lo que esto conlleva: la temida vuelta al cole y no se me ocurre otra cosa que echarme las manos a la cabeza y preguntarme si, vista la improvisación de este gobierno, vamos a poder llevar a nuestros hijos al colegio de una manera segura. Realmente lo mires por dónde lo mires, el asunto no pinta bien.
Los equipos directivos y los profesores trabajan a destajo para intentar ponerle patas a una serie de protocolos y normativas que van llegando al mismo ritmo que las ocurrencias cambiantes de la señora Celáa y los correspondientes responsables educativos autonómicos, que también tienen que hacer su aportación.
Luego están las familias, ¿cómo se organizarán unos padres que tienen que ir a trabajar cuando tienen varios hijos y no coinciden en sus horarios de presencialidad semipresencialidad o medio semipresencialidad? Esta generación burbuja más que padres van a necesitar un ejército de taxistas y canguros. Y eso sin entrar en la posibilidad de que se contagie el niño o alguien de su grupo burbuja ¿qué va a pasar? ¿dónde va a quedar la tan cacareada conciliación? no la veo por ninguna parte ¿van a poder las familias afrontar un curso entero en esas condiciones de precariedad emocional?
La vuelta al cole siempre ha supuesto un gasto extra. De hecho se le llama la cuesta de septiembre. Este año parece que supondrá entre un 5% y un 8% más que el curso anterior debido a los gastos extra que van desde las mascarillas o geles hidroalcohólicos hasta el tan controvertido Chromebook. Y eso en el contexto de esta situación económica tan crítica y lamentable para miles y miles de españoles y con una tasa de paro por las nubes.
Luego están los grandes protagonistas, los niños y adolescentes, la generación burbuja que se enfrenta a un nuevo curso escolar lleno de incertidumbre. Se han establecido unos protocolos educativos que está por ver cómo funcionarán porque no parece normal que los niños no puedan correr, saltar, tocarse, abrazarse. Necesitan relacionarse sin obstáculos y a partir de ahora van a tener que estar separados de sus compañeros y no van a poder compartir ¡con lo que nos había costado enseñarles a compartir, nos había ido la vida en ello!… pues ahora nos tendrá que ir en enseñarles a no compartir… ya tenemos aquí a los niños burbuja.
¿Están preparados los alumnos para volver a un colegio que, dado lo estricto de las nuevas normas, más bien parece un cuartel? Es más, ¿serán estas pautas suficientes para frenar los contagios?
Y a partir de ahora estos jóvenes burbuja aprenderán de otra manera ya que el libro de papel, la libreta y el lápiz van a pasar a mejor vida: ha llegado para quedarse la mochila digital. Serán niños digitales. Serán la generación burbuja. Van a pasar más de ocho horas diarias mirando pantallas. Son los mismos a los que les poníamos límites porque los gurús de la educación decían que tanta pantalla era contraproducente.
Estamos ante la generación burbuja y no queda otra opción que desearnos mucha suerte y un buen comienzo de curso.
Publicado en La Verdad de Murcia (25/09/2020)