La vida padre con las células madre

Las células troncales humanas, conocidas popularmente como ´células madre´ representan hoy día un filón científico y terapéutico realmente excepcional aunque su uso y obtención no están exentos de problemas médicos y jurídicos, sobre todo las que proceden de embriones humanos.

No faltan quienes piensan que, puesto que su uso puede ser la panacea de la medicina regenerativa, no hay más que hablar: nada de enredarse con cuestiones éticas, que vamos a lo que vamos. En esta línea, están proliferando clínicas que publicitan tratamientos milagrosos para patologías diversas (cáncer, diabetes, fracturas óseas, lesiones coronarias, paraplejias, Alzheimer, Parkinson, etc), antienvejecimiento o simples retoques estéticos. Parece que lo mismo valen para un roto que para un descosío y gracias a ellas nos cabe esperar una gran y larga vida: la vida padre gracias a las células madre, vamos.

Cuando digo ´simples retoques estéticos´ no pretendo quitarle importancia a la estética, ni mucho menos. Tampoco procede rebajar la ética, que está muy feo desvestir a un santo para vestir a otro. Y si la estética tiene que ver con cómo nos vemos y cómo nos ven los demás, la ética tiene que ver con qué hacemos y cómo somos. La cuestión ética se plantea porque sabemos que no todo lo que es (técnica o científicamente) posible es tolerable. En el caso que nos ocupa, el debate ético se plantea porque parece que hay ventajas (quizá no tantas ni tan milagrosas como dice la publicidad de las farmacéuticas) pero hay que trastear el embrión humano que es siempre asunto delicado.

La ciencia establece que el ciclo vital del ser humano comienza con la unión de los gametos masculino y femenino que da lugar a la primera célula germinal, el cigoto. Desde ahí hasta que el chiquillo rompe su primer par de zapatos hay un proceso continuo y el debate recae sobre el momento en que podemos hablar, en sentido estricto, de persona.

No es una discusión sobre el sexo de los ángeles. Tiene que ver con cuál es el estatus del embrión humano en sus fases preimplantacional (antes de la anidación uterina) o postimplantacional y, por tanto, si le son debidas (o no) algún tipo de dignidad y respeto. Porque si hablamos de un amasijo de células, de cosas que hay por ahí dentro, pues son cosas y las cosas se pueden usar sin más problema; pero si hablamos de personas (chiquititas, que todavía no rompen zapatos ni rompen a llorar, pero personas) entonces no parece que se pueda usar porque la persona es un bien que no puede (no debe) ser reducida a su utilidad.

Este debate oscila entre dos polos: los defensores a ultranza de la consideración de que el embrión humano, con independencia de la fase de desarrollo en la que se encuentre, es un ser personal que merece el más absoluto de los respetos y, en segundo término, los detractores de esta postura que abogan por otorgar derechos inherentes a la condición personal pero sólo a partir de un determinado momento, ya sea en la fase embrionaria (a partir de los primeros días), en la fase fetal (a partir de los primeros meses) o en la fase neonatal (una vez haya nacido).
Hasta donde se me alcanza, así están las posiciones.

Para hacerse cargo de lo que hay en liza, podría ayudar dar una pinceladas sobre los tipos de células madre. Las células madre son aquellas que todavía no se han convertido en células diferenciadas de un determinado órgano o tejido y mantienen la capacidad de dividirse y autorreplicarse ilimitadamente para dar lugar a diferentes tipos de células especializadas. Los expertos suelen distinguir tres tipos: las totipotentes, las pluripotentes y la multipotentes.

Las totipotentes se encuentran en el embrión en las primeras fases de desarrollo (aproximadamente hasta el quinto día) y tienen la capacidad de dar lugar a un individuo completo si se extraen y se implantan en un útero. Las pluripotentes están presentes a partir del quinto día y hasta el octavo (aunque algunos sostienen que habría que prolongarlo hasta el décimo cuarto día, que aquí los científicos tampoco son todos de la mismo opinión), y son capaces de diferenciarse en todo tipo de tejidos y órganos, pueden generar más de 200 tipos distintos de células del organismo humano (hepáticas, cardíacas, musculares, óseas, etc.). Por último, las multipotentes se encuentran en algunos tejidos u órganos adultos y tienen una capacidad limitada de autoduplicación para determinados linajes celulares.

Las totipotentes y pluripotentes procedentes de embriones son las que más interés despiertan. Y las que más controversias generan. Y es que se obtienen a partir de embriones producidos para investigación por fecundación in vitro, de embriones sobrantes de programas de fecundación in vitro o de embriones obtenidos por técnicas de clonación reproductiva lo que, a veces, acarrea la fragmentación y destrucción del embrión.
No sería la primera vez que el ser humano se entusiasma, se deja dominar por las maravillas de la tecnología y el espíritu demiúrgico. Esta trágica posibilidad humana se ha hecho realidad mil veces. El Fausto de Goethe lo ha retratado con el mayor de los aciertos. Ahí el doctor Fausto es invitado a explorar el campo de lo posible sin remilgos morales, sin cuidar el alma (que diría Goethe); y es invitado por Mefistófeles que, según una cierta etimología, significa ´el que odia la luz´. Y si no, lean a Goethe. O reléanlo, que para eso está el verano.

Publicado en La Opinión de Murcia.

José García Férez

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