Las ideologías y el planeta de los simios

Imágenes tomadas de https://www.forocoches.com/foro/showthread.php?t=6823137

En Estados de derecho democráticos, nuestro comportamiento trasciende al egoísta racional. Nos preocupamos por los demás. Experimentos con chimpancés mostraron que se comportaban más ajustados a la teoría del egoísmo racional que los humanos. No tenemos menos racionalidad; somos más sociales. La realidad supera a la teoría. Como la Ciencia se aproxima a lo real rechazando empíricamente lo falso, es honesto cambiar la teoría cuando queda refutada. En cambio, las ideologías, como revelaciones, hacen lo contrario: mutilan la realidad que no cuadra. Las teorías científicas son falseables, según Popper.

Ante “los cisnes son blancos” debemos buscar cisnes negros. Las ideologías corren a pintarlos de blanco o aniquilarlos. Evitan que la realidad fastidie una teoría social. Cuando Milgram presentó su experimento, muchos aseguraron que apenas un 2 ó 3% (como Simón) aplicarían corrientes mortales al entrevistado. Se equivocaron. Un 62% pasaba a modo agente olvidando sus reparos morales. Se reconsideró la teoría del carácter marginal de la maldad humana. En “Eichmann en Jerusalén”, Arendt propuso el concepto de banalidad del mal; marcos totalitarios propiciarían que personas no psicópatas obrasen el mal banalmente. Alivia vivir en una sociedad sin estos marcos, todavía.

Nuestro marco democrático se alza sobre debates como el del valor económico. Ricardo defendía el carácter objetivo según el coste del trabajo; independiente del sujeto. Menger defendió el papel de las preferencias subjetivas, evidentes en el comercio. Valor, precio y coste podían diferir. Reflexione si el valor de la vacuna depende del trabajo o de las circunstancias de los sujetos. Un valor objetivo habilitaría el dictado de una razón objetiva de asignación total. En términos de contrato social, un Leviatán de Hobbes omnisciente lo absorbería todo y adjudicaría según su plan. La libertad, la propiedad e, incluso, la vida serían derechos sacrificables ante la razón. Por un bien supremo, el terror jacobino guillotinaba al disidente. La razón basta, la libertad sobra. En cambio, el valor subjetivo implica expresar demandas según preferencias y ofertas según habilidades en un mercado. De la interacción brota una razón de intercambio y asignación descentralizada, una ratio llamada precio. Al respecto, el contrato social seria estilo Locke: el individuo cede derechos de seguridad y justicia al Estado para mantener su derecho de vida, propiedad y libertad. Desde ahí, la teoría económica realizó grandes avances, profundos análisis de equilibrio y mecanismos colectivos o políticas correctoras para alcanzar óptimos sin cercenar libertades ni vidas. El Estado sería un coordinador, orientador de incentivos, sin alienar ni exterminar a nadie.

El marxismo, los nacionalismos y fascismos prometían una nueva humanidad ante males sociales, una liberación de pueblos o de colectivos sacrificando derechos individuales. Para Lenin, Stalin, Mao o Hitler la democracia era obstáculo para la imposición de su marco. Con la selección natural, brotaron justificaciones pseudocientíficas del darwinismo social. Los nacionalismos buscaban la selección por raza. La solución final nazi fue exponente ominoso. El marxismo leninismo buscaba la selección social, una humanidad depurada por una revolución cuya violencia era instrumento necesario. Stalin y Hitler comenzaron juntos la segunda Guerra Mundial hasta que Stalin necesitó pararlo, no por librarnos del mal, sino para imponer lo suyo. Ocultas tras propaganda, protagonizó masacres sistemáticas, deportaciones masivas y hambrunas selectivas. En Archipiélago Gulag, Solzhenitsyn, que lo sufrió en primera persona, no comprendía que el comunismo se librara de un Nuremberg. Pero ante crisis sociales o pandémicas, las tentaciones autocráticas vuelven. Siempre hay ignorantes que creen buenas teorías, pero erróneamente practicadas,  aquellas cuya evidencia demostró que son monstruos de la razón. Ideas perversas, científicamente refutadas. Escohotado fue marxista hasta que leyó profundamente a Marx y descubrió los errores dogmáticos, entre otros, del valor objetivo. Iglesias, condescendiente con el apóstata, lo entrevistó, pero acabó intelectualmente humillado bajo la mirada de un Escohotado que parece decirle: me recuerdas a mí cuando era gilipollas. Pero los virus mutan en el tiempo. Cuando nos creíamos inmunizados contra totalitarismos, la pretendida polarización social nos arrebata los anticuerpos y nos confinan ideológicamente abrazados a dogmas. Si con Darwin descendimos del mono, las ideologías nos llevarán a razonar sólo como ellos, con el rostro aplastado por una bota, en el planeta de simios.

Publicado en La Verdad de Murcia (12/3/2021)

César Nebot

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