La verdad de Sileno

‘Sileno y sus sátiros’, Cima da Conegliano, Museo de Arte de Filadelfia

Un antiguo precursor de la igualdad de género fue Sileno, el dios de los bosques, el dios de la embriaguez, el dios que, siempre borracho, se desplazaba o apoyado en otros o a lomos de un borrico. El rey Midas quería oír su sabiduría y con artimañas (prometiéndole darle a beber un buen Jumilla) lo llevaron ante su presencia. Completamente ebrio, como no podía ser de otra forma, éste les dio la primera lección: “Lo mejor para todos los hombres y mujeres es no nacer.” Ante el estupor del rey por estas palabras aprovechó para endiñarse otro trago de aquel licor de dioses con que lo embaucaron y, una vez medio recompuesto, se aprestó a volver a hablar: “Lo segundo mejor es, una vez nacido, morir tan rápido como se pueda”. El rey no podía ni tragar saliva. ¿Será por esta historia por lo que se dice que “los borrachos siempre dicen la verdad”? Vamos a ver.

Se atribuye a James Dean una moderna versión muy conocida que dice “Vive deprisa, muere joven y harás un bonito cadáver” aunque en realidad no es suya sino de Nick, un apuesto y joven personaje de la película “Llamad a cualquier puerta” (Nicholas Ray, 1949) quien, al enterarse de que su novia-amante se ha quedado embarazada y ante la insistencia de ésta de tener al bebé para formar una familia él le espeta: “¡No! Nada puede frenarme ya. A partir de ahora viviré a lo loco. Vale ya lo que yo decía. Vive deprisa, muere joven, etc…”. Vamos, que no estaba el muchacho para irse a ganar el pan de sus hijos ni andar cambiando pañales.

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La lengua, a la larga

Estamos ya en plena vorágine electoral. Es un periodo en el que lo mismo se anuncia el cambio del sistema productivo y laboral o la solución al cambio climático que se inaugura una curva o se tuerce una recta: lo importante es la foto, hacer ver que se hace para convencer al votante de que uno tiene la clave del progreso. Y todo son prisas a la caza del eslogan, de la ocurrencia pegadiza que quepa en un tweet.

Impera el comprensible cortoplacismo. El riesgo es no llegar nunca a proyectos de largo alcance. Quiero señalar uno que me parece de interés. Me refiero a la cuestión de la lengua. A la española, esa lengua que antaño extendió el Reino de España por el mundo y hoy es la segunda lengua materna (tras el chino mandarín y por delante del inglés) a nivel mundial.

En el año 2000 el español superó al inglés en número de hablantes. Y va a más: se estima que para el año 2030 el español será el segundo idioma más hablado del mundo y el primero allá por el 2045. Ya sé que 2030 está muy lejos para los cortoplacistas y que quedan unas cuantas legislaturas aún. Pero a lo mejor alguien podría tener visión a largo plazo en este asunto.

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En guerra con la realidad

La banda sueca At the Gates lo tiene claro, están “en guerra con la realidad”. Así reza el título de uno de sus álbumes conceptuales más sonados en los círculos del death metal.

A través de ritmos vertiginosos, sonidos frenéticos y voces guturales, los tímpanos de cualquiera son golpeados hasta quedar hechos añicos. Estamos ante un álbum cargado de referencias a la literatura latinoamericana. Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato y Gabriel García Márquez son, entre otros, autores recurrentes en este trabajo, tal y como lo muestran la lírica de sus canciones.

Los gritos y gruñidos tan característicos del death metal son el vehículo de acercamiento hacia las obras de estos autores. El uso de la voz gutural (áspera) es pasional y sincero. Los lugares comunes del death metal son la muerte, la tortura, la alucinación, la locura, así como la protesta política y la rebeldía.

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A la busca del tiempo perdido

Viernes. Seis y cuarto de la mañana. Preparar y dar el biberón, 16 minutos. Cambiar pañal y ropa, 7. Volver a dormir al bebé, 32. Ducharme, 4. Vestirme, 2. Pasear al perro, 10. Desayunar, 9. Ir al gimnasio, anulado. Preparar las cosas para el trabajo, 3. Ir a trabajar, 12 minutos. Lo siento mucho si también les falta pero hoy hablamos del tiempo. Serán unas 850 palabras. Aproximadamente 5 minutos leyendo y hasta dentro de unas 1500 horas no me verán por aquí de nuevo.Habrá a quien estas 1500 horas se le pasen deprisa. Otros, las sentirán como hacer la Marathon Des Sables por el desierto sin agua (no por la espera, sí por sus circunstancias). Y es que el tiempo es lo que tiene. A veces vuela. Otras se arrastra. Nunca a gusto de todos. ¿Es oro? Sí. Igual que inalterable y homogéneo. Como San Agustín, sabemos lo que es, pero si nos preguntan, no sabríamos cómo explicarlo.

Los palos que regala la vida nos enseñan que además el tiempo es finito. Al menos el nuestro. Con fecha de caducidad. Aunque muchos aún no lo han descubierto y viven como si no fuera con ellos. Deberían ver la película In time, de Andrew Niccol. O mejor les cuento de qué va y les ahorro 109 minutos. Una sociedad futura donde gracias a los avances médicos no se envejece y el tiempo del que disponemos se convierte en la única moneda de cambio: ganamos y gastamos de nuestro saldo de tiempo, de forma que, al llegar éste a cero nuestra vida termina.

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Aceptación y libertad

La aceptación y el rechazo social condicionan muy mucho nuestra manera de ver y estar en la vida. El juicio de los demás contribuye notablemente a la integración social, al crecimiento personal, y, por ello, a la propia estabilidad emocional, al desarrollo de la autoestima y al uso de nuestra libertad.

Es un hecho que necesitamos sentirnos importantes y parece que sabernos alguien para los demás, de sentirnos aceptados y aprobados por los demás, es el modo habitual en que los seres humanos satisfacemos esta necesidad, pagando un alto precio por esta servidumbre.

Esta obviedad, derivada de nuestra condición de seres sociales, está sometida a la misma ambigüedad que es el signo de lo humano, siempre en tensión entre la grandeza y la miseria, entre la gravedad y la gracia, como invoca la obra de Simone Weil.

Por un lado, nos vemos como hijos de la Ilustración que pisan fuerte, que construyen mundos y conquistan universos. Y algo de eso hay. Pero no es menos cierto que nos define más la vulnerabilidad y la debilidad que la autosuficiencia ególatra: basta, a veces, un comentario peyorativo o un “no me gustas” en las redes sociales y nuestro ego automáticamente se desinfla.

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