Un antiguo precursor de la igualdad de género fue Sileno, el dios de los bosques, el dios de la embriaguez, el dios que, siempre borracho, se desplazaba o apoyado en otros o a lomos de un borrico. El rey Midas quería oír su sabiduría y con artimañas (prometiéndole darle a beber un buen Jumilla) lo llevaron ante su presencia. Completamente ebrio, como no podía ser de otra forma, éste les dio la primera lección: “Lo mejor para todos los hombres y mujeres es no nacer.” Ante el estupor del rey por estas palabras aprovechó para endiñarse otro trago de aquel licor de dioses con que lo embaucaron y, una vez medio recompuesto, se aprestó a volver a hablar: “Lo segundo mejor es, una vez nacido, morir tan rápido como se pueda”. El rey no podía ni tragar saliva. ¿Será por esta historia por lo que se dice que “los borrachos siempre dicen la verdad”? Vamos a ver.
Se atribuye a James Dean una moderna versión muy conocida que dice “Vive deprisa, muere joven y harás un bonito cadáver” aunque en realidad no es suya sino de Nick, un apuesto y joven personaje de la película “Llamad a cualquier puerta” (Nicholas Ray, 1949) quien, al enterarse de que su novia-amante se ha quedado embarazada y ante la insistencia de ésta de tener al bebé para formar una familia él le espeta: “¡No! Nada puede frenarme ya. A partir de ahora viviré a lo loco. Vale ya lo que yo decía. Vive deprisa, muere joven, etc…”. Vamos, que no estaba el muchacho para irse a ganar el pan de sus hijos ni andar cambiando pañales.
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