La otra élite

Protagonistas de la serie ‘Élite’ que emite Netflix.

Los hijos nos acercan a distintas realidades que, sin ellos, seguro no habríamos tocado. Hablo, por ejemplo, de las decenas de veces que he visto Blancanieves con pasión, o mi afición a los dibujos animados de Postman Pat y la Oveja Shaun.

Estas navidades me han acercado a la mundialmente famosa serie Élite y tengo que confesar que me encanta el personaje de Nadia interpretado por Mina El-Hammani, como referente de la democratización del talento, del esfuerzo y del empoderamiento de la mujer por su memorable frase en el primer episodio: «Cuando termine mis estudios quiero ser diplomática de las Naciones Unidas». Hay que ser muy valiente para decir eso en un entorno desconocido, no quiere pasar desapercibida, no tiene miedo al qué dirán y no le importa destacar. ¡Olé!

El concepto de élite en la serie es muy claro; la élite es la formada por la clase alta, por personas adineradas que viven en un ecosistema poco permeable.

Me recreo pensando en la palabra élite y en sus connotaciones, casi siempre negativas. Teniendo en cuenta la única acepción de la Real Academia de la Lengua refiriéndose a «minoría selecta o rectora», o que Wikipedia dice que es un grupo minoritario de personas que tienen un estatus superior al resto de las personas de la sociedad.

En una sociedad, y en particular en la nuestra, existen distintas élites, dependiendo de los intereses particulares de cada una de ellas. La existencia de estas élites en plural se relaciona con la creciente diferenciación de la sociedad. No todos somos iguales, somos diferentes sin olvidar que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones.

El término élite viene del francés y está íntimamente relacionado con los ideales republicanos, en cuanto que el concepto simboliza la demanda de que quienes ejercen el poder deben ser escogidos «por sus virtudes y sus méritos» y no por su origen familiar. A lo largo de la historia, este concepto ha sido estudiado a partir de conceptos de sabiduría y virtud. Destaco que a su vez el término francés viene del latín electus, electi , ‘elegido’ (en función de su dinero, su poder, su inteligencia, su belleza). Continuar leyendo “La otra élite”

“Culture Wars” y ortodoxia

Ilustración de Elisa Martínez.

En estos navideños días en que los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús, he vuelto a releer una entrevista que le hicieron a Jean Marie Lustiger, cardenal arzobispo de París, ya fallecido hace pocos años y converso al cristianismo desde el judaísmo durante la Segunda Guerra Mundial.

En esa entrevista Lustiger plantea que cuando la Iglesia dice que hay que ayudar a los demás recibe un aplauso generalizado; que cuando habla de los principios que deben regir la economía, hay diversidad de opiniones y que, finalmente, cuando habla de sexualidad la crítica es inmisericorde. Pues bien, lo que la Iglesia enseña desde hace veinte siglos es un todo, no se pueden ocultar unas partes y primar otras, porque el todo se resiente. Chesterton decía en su libro El espíritu de la Navidad que si el Evangelio no suena a detonación no se ha pronunciado nunca.

Durante estos últimos tiempos hemos asistido a una Conferencia sobre el Cambio Climático en el Vaticano en noviembre, en el que el economista Jeffrey Sachs tuvo el valor de equiparar sus medidas para combatirlo con los diez mandamientos. La Iglesia tiene suficientes argumentos teológicos para hablar de la protección del medio ambiente, como se puede ver en las encíclicas Caritas in Veritate de Benedicto XVI o Laudato Si del actual Papa Francisco; y también de la inmigración, sin necesidad de acudir a la retintín y a la descalificación. El caso es que, tal como anunciaba Lustiger, las opiniones escuchadas hasta ahora en estos temas generan el aplauso de los poderes de este mundo. Entendiendo aquí por poderes del mundo tanto en términos evangélicos cuanto el sentido en el que aparecen y actúan en la novela de ciencia-ficción distópica a que ha aludido el Papa Francisco en diversas ocasiones, El Señor del mundo, de Robert Hugh Benson. El caso es que tales ideas han tenido buena acogida en poderes como la ONU, grandes fortunas, políticos ‘mainstream’, los que desde hace un tiempo abogan por un gobierno mundial que dirija nuestras vidas al estilo de las sociedades descritas por George Orwell en 1984 y Aldous Huxley en Un mundo feliz. Continuar leyendo ““Culture Wars” y ortodoxia”

El lugar más peligroso del mundo

Niña mutante, por Patricia Piccinini

El lugar más peligroso del mundo no es Corea del Norte, con sus campos de concentración en activo en pleno 2018. Ni Caracas, con sus 130 homicidios por cada cien mil habitantes. Ni siquiera se trata de algún recóndito lugar perdido en la selva amazónica o centroamericana controlado por el narco o las maras. Tampoco está en los escenarios donde se desarrollan las guerras de Siria, Sudán del Sur o la República Centroafricana. Ese lugar está en Portugal. Está en Francia. Está en EEUU. Está en Italia. Está en Nueva Zelanda. Ni siquiera la ruleta rusa es tan peligrosa. Se trata del vientre materno.

Veamos el caso español. En los vientres maternos españoles se da una mortalidad del 20%, aunque sabemos que es superior. Es decir, que muere uno de cada 5 niños concebidos. 94123 fueron abortados el pasado año. Según los datos oficiales el 89,75% de las mujeres lo hace “a petición propia”; el 62,79% no había abortado voluntariamente antes y un 24,41% lo hace por segunda vez; el 53,53% de las mujeres que abortan ya tienen, al menos, un hijo; el 58,39% trabaja por cuenta propia o ajena y el 80,25% tiene, al menos, un nivel de instrucción equivalente a ESO o superior.

La estadística también recoge los métodos anticonceptivos que pudieron haber sido empleados. De esos datos, llaman poderosamente la atención los siguientes: que 39796 abortos se produjeran después de usar métodos anticonceptivos, de barrera y hormonales, principalmente (¿somos tan estúpidos que no sabemos usarlos bien? ¿no funcionan tan eficazmente como nos dicen? ¿nos da igual, en realidad? ¿todo a la vez?) y que 33688 abortos (35,79%) se hayan producido sin tratar de evitar el embarazo por medio de ningún método anticonceptivo (¿tenían muchas ganas de ser madres y luego se arrepintieron? ¿son producto de un apasionadísimo e irresistible “spanish love”?). En los 20639 restantes no consta método anticonceptivo. Nos imaginamos que los datos no deben ser extraordinariamente distintos para los otros casos comentados. Continuar leyendo “El lugar más peligroso del mundo”

La Navidad y el lado oscuro

Escribir hoy sobre no importa qué distinto al consejo de ministros parece una osadía condenada al fracaso. Lo concreto, lo que está en el candelero, tiene tirón y pegada. Luce y su brillo deslumbra y deja en penumbra todo lo demás.

Es el juego de luz y sombras, de noche y día, que se da en tantos ámbitos. La luz, cuanto más brilla, con más severidad traza el contorno de las sombras.

Basta fijarse en cómo brillan nuestras ciudades estas noches. Porque los días de Navidad son, sobre todo, noches. El simbolismo tiene eso: para que la luz brille, tiene que irrumpir en medio de la oscuridad; cuanto más negro sea el asunto, más poderío muestra la llama.

Y por eso mismo, quien perdió a un ser querido o no se acaba de llevar con el cuñao plasta, no se ve asaltado por la morriña ante un mojito en pleno agosto mediterráneo; no, la melancolía y el disgusto se ceban más bien en el ánimo navideño. Porque en estos tiempos el lado oscuro de nuestra vida es más oscuro. Y eso no acaba de gustar. Somos más del rutinario mojito que de la ruin rutina de comprar regalos, comer con los del trabajo, cenar con los primos y volver a comer con los de la promoción del instituto: comer como si no hubiese un mañana y beber y beber como los peces en el río. Continuar leyendo “La Navidad y el lado oscuro”

Malo para comer

Por esas cosas ‘del verse bien’ y a tenor de cuanto se escucha en los medios, parece sensato restringir el consumo de ciertos alimentos. La carne roja es unfriendly con el medioambiente, el pescado está repleto de microplásticos, frutas y verduras llevan el etiquetado de transgénicas e incluso el tratamiento del agua es objeto de dudas razonables.

La acción de alimentarse requiere una gran heroicidad, cubrir esta necesidad comienza a tener tintes peligrosos, es difícil averiguar qué es bueno para comer y qué no. Aquello que hacemos para vivir comienza a ser peligroso para nuestra salud. Ante semejante panorama cuesta entender por qué hay tanto revuelo cuando nos tropezamos con la enfermedad de la anorexia. La privación de alimentos de manera intencionada se sigue dando hoy día aunque las redes sociales y los ‘ninis’ sean temas más candentes.

La anorexia colapsa la mente de cualquier persona cercana a la misma, no deja indiferente a nadie. Amigos y familiares quedan perplejos ante su llegada, es una inhóspita visita. ¿Cómo es posible que alguien se deje morir por no comer? En nuestras sociedades donde la obesidad está siendo una preocupación cada vez más creciente, llama la atención la presencia de auténticos esqueletos que hacen de la privación de alimentos un estilo de vida. Continuar leyendo “Malo para comer”