El coronavirus, ese peligroso y contagioso virus, conocido científicamente como SARS-CoV2, ha traído consigo muchos problemas, amenazas y desafíos a nuestras vidas. La pandemia o “plandemia” (en terminología contraria) ha escindido radical y paradójicamente a la ciudadanía mundial, hasta el punto de que se han creado dos bloques identitarios con visiones divergentes: el de los covidianos y el de los anticovidianos. Los primeros, aferrados a la evidencia del cientifismo y obsesionados por la prevención e inmunización provacunal contra el Covid-19, actúan subyugados al cumplimiento de las normas y protocolos sanitarios impuestos por los gobiernos (confinamientos domiciliarios, mascarillas faciales, distancia social, pasaporte sanitario, toques de queda nocturnos, limitación de desplazamientos, etc.). Los segundos, también llamados negacionistas, posicionados en la teoría conspiranoica basada en el espeluznante argumento de que una supuesta organización secreta, que opera en la sombra de un gobierno mundial, ha planificado esta falsa “plandemia” con el objetivo de diezmar y someter a la sociedad, actúan negando la existencia del fatídico virus y mostrando su rechazo total a lo que ellos llaman vacunas experimentales.
Llevamos año y medio imbuidos en este tema, hasta el punto de convertirse en hastiante y casi en pesadilla, máxime cuando asistimos a un constante bombardeo -en las redes sociales- de bulos sobre la falsedad de todo lo que está sucediendo (la pandemia es una farsa), bulos sobre la peligrosidad de las vacunas ARNm (desconocemos su prospecto y composición, sus consecuencias adversas a medio y largo plazo, la alteración genética que puede provocar en el organismo humano, la toxicidad bioquímica o electromagnética de sus efectos, etc.), así como fake news sobre los ocultos planes maquiavélicos de bioingeniería social que supuestamente están llevando a cabo magnates, multimillonarios o miembros de élites financieras de poder (Jeff Bezos, Elon Musk, Walter Rothschild, David Rockefeller, Bill Gates, George Soros, John P. Morgan, Goldman Sachs, Club Bilderberg, etc.) que buscan controlar mentalmente en un futuro a todos los vacunados. Bulos que incluso llegan a afirmar que se están inoculando estas vacunas, que ni inmunizan ni impiden los contagios, para etiquetar discriminatoriamente a las personas (vacunados vs. no vacunados), con fines esterilizantes o para exterminar eutanásicamente a un porcentaje sobrante –a juicio de algunos- de la población mundial.
No es nuestro ánimo adentrarnos en debates estériles o tomar postura por los procovidianos o por los anticovidianos, por los provacunas o por los antivacunas, sino más bien evidenciar que con este tema del Covid-19 la historia ha dado un giro inesperado y, en cierto modo, nada halagüeño. Al respecto, las racionalidades científica y biomédica en la gestión del Covid-19 están siendo idolatradas por los primeros y cuestionadas por los segundos, hasta el punto de que las decisiones de algunos organismos no gubernamenales e instituciones supranacionales (OMS, ONU, G7, BM, FMI, etc.) están marcando, para bien o para mal, el pulso del venidero Nuevo Orden Mundial (Novus Ordo Seclorum).
Visto así, la “plandemia” consiste, para los anticovidianos, en un coronacirco mediático y político de desinformación programada para engañar a la población, obligarla a vacunarse como si fueran cobayas de laboratorio y posibilitar el lucro de la industria farmacéutica. Esta “plandemia”, de origen epidémico desconocido y encaminada a un futuro distópico, traerá consigo –para los conspiranóicos- la perdida de las libertades personales, la manipulación de las sociedades y la supresión genocida de millones de vidas humanas.
Qué es real y qué es falso en todo este embrollo resulta del todo ignoto, pero sin duda preocupante, pues el futuro y la supervivencia de la humanidad dependerán, en gran medida, de la lucha entre la razón de los pandemistas y la presunta sinrazón de los conspiranóicos, sin que sepamos de momento quien ostenta la verdad. El tiempo lo dirá.
Con todo, aunque no vislumbramos si estas reflexiones dicotómicas sobre la pandemia caminan en la dirección correcta, lo que estamos viviendo nos impele, inexcusablemente, a deliberar sobre si las generaciones venideras, alumbradas por la esperanza de un sueño progresista dominado por la biomedicina, la biotecnología, la robótica, la inteligencia artificial y el transhumanismo cibernético, gozarán de un mundo mejor del que tenemos ahora o, por el contrario, estarán abocadas a un horizonte postpandémico de mera subsistencia biológica, de colapso demográfico y de aprisionamiento en un mundo orwelliano.
Publicado en La Verdad de Murcia (30/7/2021)