Si hubiera un buen señor…

Si le preocupa el deterioro moral que están sufriendo las sociedades occidentales siga leyendo. En ocasiones, ante determinados acontecimientos, es muy común ver cómo, para justificarlos, se alude a los valores, de forma más o menos similar pero que no terminan de convencernos del todo.

Pensemos en un ejemplo cercano. La ley que otorga personalidad jurídica al Mar Menor. Un dislate por dónde se mire, una cortina de humo para enmascarar la incompetencia de los gobiernos locales y autonómicos responsables del estado de la laguna. Podríamos seguir. No va a quedar por falta de ejemplos. Ahí está la brillante “sólo sí es sí” que también sirve para tapar miserias.

Huele a elecciones. Pronto saldrán a relucir los valores pertinentes. Está a punto de esgrimirse el concepto de lealtad. “Lealtad por lealtad misma”, decía Unamuno, y es que puede entenderse como una idea existencial, metafísica, y, en ese sentido, ser una herramienta ideal para enmascarar miserias, que es en lo que estamos.

Lealtad no es cerrilismo y cerrazón en torno a unas ideas o personas, no es puro y simple seguidismo. Lealtad es adhesión, acto humano racional y libre. Porque lo que la lealtad tiene de personal lo tiene de inteligente. Por eso, ser leal en tiempos de elecciones significa redoblar el compromiso con las metas con las que lealmente nos hemos comprometido y, por otra parte, exigir a los líderes que no pierdan de vista el objetivo. Puede ser que la lealtad (“¡qué buen vasallo si hobiese un buen señor!”) exija confrontar al errado líder con los objetivos de la campaña, aunque es más cómodo que las cosas vayan por otros derroteros.

Lealtad no es la cerrazón de aferrarse a lo que un día fue inteligente. Se trata de mantenerse firme, sí, pero respecto a los objetivos. Quienes han traicionado esos principios no pueden reclamar nada.

Si la legislatura autonómica que ahora acaba pasa a la historia, ¿qué quedará, qué nombre le daríamos? En la historia democrática no se me ocurre una legislatura que haya estado marcada por mayor nivel de deslealtad. Nada se parece a cómo empezó, pero todos siguen enarbolando la bandera de la lealtad.

El espectáculo ha sido impresionante. Hemos visto cómo bastantes de sus señorías, que sido elegidos para defender ciertos principios, cambiar y cambiar de “lealtades” según sus estrictos intereses y conveniencias. No lo llamaría lealtad. Quizá egoísmo, incluso individualismo. Pero coincidirán conmigo en que su actuación no es honorable, ni prudente, ni razonable, ni valiente. ¿Pretenderán recuperar a “sus” votantes? ¿Querrán volver a engañarlos? ¿Intentarán entregarlos como botín en el partido al que han ido a medrar?

Vamos a observar muchos cargos públicos que van a prometer el oro y el moro y lo van a hacer desde formaciones distintas a aquellas en las que militaron en las anteriores elecciones. Ahora bien, cuando vean esto, les aseguro que desde enfrente los van a criticar con el mismo discurso, lo que pone de relevancia, efectivamente, que estamos ante una consensuada cortina de humo y, cuando esto ocurra procure evaluar al que critica más que al criticado, que, es muy probable que tenga muchas cosas que callar de sí mismo. Además, procure no dejarse llevar por todo lo que digan sus bocas y dele la oportunidad al criticado de justificar el cambio.

En los últimos años hemos visto, igualmente, que partidos políticos antagónicos han defendido lo mismo y que un mismo partido ha defendido una cosa y su contraria. Eso no es sostenible. Como tampoco es sostenible decir una cosa aquí, otra en Madrid y querer vender la burra con frases que dicen sin decir ni comprometen a nada, faltaría más. En última instancia, valore efectivamente si está siendo leal a sus ideas o simplemente se encuentra situado en lo que ahora se llama zona de confort y no quiere calentarse la cabeza. Ponga en tela de juicio su propia acción y no crea todo lo que le dicen. A partir de ahí, decida.

Del burro se espera un rebuzno, no le digo que con esto vaya a acertar, pero, sin duda alguna, estará siendo auténtico y leal.

Publicado en La Verdad de Murcia (10/2/2023)

Rubén Martínez

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