No hace ni dos semanas que Nadal ganó su duodécima Ensaladera en París. Si es grande como deportista, mayor es como persona. En 2007 creó la Fundación Rafa Nadal con el objetivo de atender a jóvenes con discapacidad intelectual, la integración social de menores vulnerables y la promoción del talento deportivo.
Es sabido que se inició con los primeros golpes de raqueta a los tres años; a los ocho ganó su primer título sub-12 y a los doce su familia se tomó en serio su formación, dejando otros deportes como el fútbol para dedicarse de lleno al tenis. Fue su tío quien creó un grupo de confianza para proyectar su carrera, con personas como su médico que le impuso el rigor y la disciplina necesaria para ser un deportista de élite. ¿Habría tenido el mismo éxito si en lugar de comenzar con tres años hubiera comenzado con diecisiete? Probablemente no.
Justo mientras Nadal ganaba el Roland Garros me topo con un artículo de Maggie Fergusson en The Economist sobre el talento intelectual. Maggie habla de niños como Tomás que, con tan solo cinco años, tiene en su cabeza teorías sobre los agujeros negros, quiere ser astrofísico y siente la necesidad de aprender matemáticas para fundamentar sus teorías.
El desarrollo intelectual es como el deporte, o como tocar el piano: si lo atiendes, si prácticas, si te esfuerzas conseguirás un mayor desarrollo. Si no, tu capacidad quedará latente o simplemente se perderá.
En nuestra región tenemos algún que otro centro educativo que está tomándose en serio la idea de no permitir que se pierda el talento de sus alumnos. Al igual que existen centros de alto rendimiento deportivo, esperemos que proliferen centros educativos para el alto rendimiento intelectual.
Siguiendo con Maggie, en su artículo explica cómo algunas familias son muy cautelosas al hablar de alta capacidad intelectual ya que este adjetivo denota tener un privilegio, en la medida de que la persona que la posee tiene una ventaja sobre el resto, pero esto no es así. Afirma que un niño con alta capacidad intelectual en un entorno sin apoyo, realmente puede sufrir. Y mucho. En algunos casos su desarrollo intelectual no va asociado al mismo nivel de desarrollo social; sienten, por otra parte, la presión de tener que ser buenos en todo, de tener que saberlo todo. Y no es infrecuente que, como no lo saben todo, tengan que oír reproches del tipo: “Con lo listo que eres, ¿no sabes esto?”. Y eso, en chicos que habitualmente combinan una elevada capacidad intelectual con una enorme sensibilidad, genera frecuentemente altas dosis de ansiedad e infelicidad.
Nuestra sociedad tiene la repuesta a la pregunta ¿Cómo preparamos a un niño para que se convierta en un deportista de élite? la respuesta está chupada y Nadal es uno de los mejores ejemplos. Ahora bien, ¿Cómo preparamos a un niño para que acceda a la élite intelectual en cualquiera de sus áreas? Eso ya lo tenemos un poquito más difícil. Una de las claves es el profesor, pero claro, no podemos poner un tío Nadal a cada niño. Lo que sí podemos hacer es esforzarnos por apoyar el desarrollo del talento de cada niño sin frenarlo. Reino Unido lo resuelve permitiendo que los adolescentes puedan acceder a la universidad antes, lo que permite mantener encendida la llama del estímulo, del reto a la vez que pueden socializar con otras personas con sus mismos intereses independientemente de su edad. Por lo que en Oxford te puedes encontrar a chavales de doce años estudiando matemáticas o informática con otros de dieciocho o diecinueve.
En otros países como Singapur, sin ningún complejo aplican programas de identificación desde los nueve a los doce años para identificar a todos los estudiantes con un gran potencial, para a continuación, incluirles en un programa educativo con un plan personalizado como si de un deportista de élite se tratara.
Lo más curioso que comenta Maggie es el programa Duke que se aplicó a todos los peques de infantil y primaria en Carolina del Norte. Tomaron a más de diez mil niños “normales” y les aplicaron métodos que habitualmente utilizan para superdotados. El resultado fue estos niños obtuvieron mejores resultados.
Me apena leer de Maggie, la existencia de los llamados “lost Einsteins” refiriéndose a las personas con gran potencial que no han podido desarrollarlo, por ejemplo, porque su potencial no va asociado al talento académico, o porque no disponen de las herramientas sociales necesarias para hacerse valer en la sociedad.
Quizás sea el momento de hacer una revisión de nuestra sociedad, apostemos por el desarrollo de las capacidades de cada cual. Ayudemos al desarrollo de personas que tengan las herramientas para enfrentarse a los cambios sociales. Busquemos la excelencia en todo lo que nos rodea. Dejemos de quejarnos y trabajemos en la construcción un mundo más amable donde quepan todos.
Después de leer a Maggie, imaginé que quizás nuestra administración regional, puesto que tiene competencias en educación, podría tomar las riendas de una vez por todas, y liderar un cambio educativo valiente. Crear una estructura que tenga como objetivo la excelencia educativa, que busque los dones y capacidades de cada niño, que optimice los recursos, que genere ilusión en el profesorado haciendo que se dediquen a lo importante, la docencia, liberándolos de cargas burocráticas o administrativas. Sería fantástico que nuestro sistema fuera como el tío de Nadal que permitiera hacer brillar a todos y cada uno de nuestros niños y jóvenes, sin olvidar que al final, sus triunfos serán nuestro prestigio como región y como país.
Publicado en La Opinión de Murcia.