Todos tenemos momentos importantes en nuestra vida. Momentos que suponen un antes y un después. De entre todos esos, sin duda alguna, uno de los que va a marcar un verdadero punto de inflexión llega cuando la paternidad llama a tu puerta. Ya no se presenta tocando con el puño, hoy la vemos llegar en el moderno videoportero 3D oyendo sus latidos en dolby surround sin importar que aún sea del tamaño de una uña.
En ese momento, piloto automático ya conectado, entramos en un ironman de descubrimientos y aprendizajes, de cambios y decisiones, de sacrificios y emociones que van a durar toda la vida.
Así es. Al igual que la distribución de la casa y el coche lo harán, nuestra vida ya ha cambiado. Pero ¡que no cunda el pánico! Churchill ya lo anticipó cuando dijo aquello de «mejorar es cambiar» para que nos sintamos consolados, padres del mundo. «Para ser perfecto hay que haber cambiado mucho». Así que tener hijos va a marcar el rumbo hacia la perfección.
Sin apenas darnos cuenta, arrastrados por un creciente alud de dudas, volveremos a la vida de estudiantes. Máster en paternidad. Teoría hasta que esa uñica nazca. Después prácticas y otra vez teorías, muchas teorías: psicología, pedagogía, nutrición, enfermería, medicina, económicas? hasta diseño de interiores. Con evaluación continua y exámenes sorpresa.
Bibliografía no nos va a faltar. Todo está escrito. Y en cuestiones de paternidad, esa premisa se debe elevar a la máxima potencia. Ahí es cuando empezaremos a saturarnos con los más de los doce millones de resultados que aparecen al buscar ‘educar hijos’ en Google o con esas interminables secciones sobre la materia que encontraremos en librerías y grandes almacenes. Y si todo está escrito, no será menos cierto aquello de que también todos pueden escribir de forma que, entre los estantes, entre libros de presentadores, modelos y pseudoperiodistas, se colarán otros de pediatras, profesores o psicólogos.
¿Waldorf o Montessori? ¿Lactancia artificial o lactancia natural? ¿Estivil o colecho? Y así una interminable lista de vitales disyuntivas que pueden hacer a tu hijo el más feliz del mundo o condenarlo eternamente. Ahí entiendes que, aunque te generen verdaderos quebraderos de cabeza, materias sobre cómo elegir cuna o cochecito son las ‘asignaturas María’.
En cuanto a los profesores, tampoco nos van a faltar. Además de aquellos expertos a los que sí recurriremos voluntaria y conscientemente, la modalidad de profesor autoinvitado va a ser muy frecuente. Y es que, como la sabiduría es hija de la experiencia, todas las personas conocidas o desconocidas que ya hayan pasado por este ironman, se sentirán libres para orientarte con todo tipo de teorías sobre la paternidad. Aquí nuestra evaluación será un examen de verdadero y falso, donde si no sabemos distinguir lo coherente de lo inverosímil acabaremos bañando el chupete en cognac para que nuestro bebé duerma mejor o simplemente no le cogeremos en brazos para que camine bien.
Si hemos hecho los deberes, antes de que nazca ya tendremos una idea aproximada de lo que está por venir. Y, precisamente por haber hecho los deberes, cuando nazca veremos cuánta razón tenía John Wilmot al decir eso de «antes de casarme tenía seis teorías sobre la crianza de los hijos; ahora tengo seis hijos y ninguna teoría».
Paternidad. Nadie dijo que fuese fácil, pero sí eso de que cuanto mayor es la dificultad, mayor será la gloria. Así que ¡a prepararse, espartanos! No se trata de una ciencia exacta donde vayamos a encontrar fórmulas universales, leyes o teoremas que nos den siempre la respuesta adecuada. Cada niño es diferente, cada familia es diferente y cada momento es diferente. Por eso, más después que antes, nos daremos cuenta de que para conseguir la medalla y disfrutar de nuestro ironman particular debemos añadir la probabilidad a nuestro temario. Así, al igual que aumentan las posibilidades de que por fin salga el cinco cuantas más veces tiro el dado, si queremos que nuestro hijo sea o haga algo, enseñémosle a ser o a hacer ese algo siempre con el ejemplo. A fin de cuentas, como bien advirtió James Baldwin, «los niños nunca han sido muy buenos para escuchar a sus mayores, pero nunca han dejado de imitarlos».
Por supuesto que hay otros elementos importantísimos en la lista de tareas como el afecto, poner límites, la constancia o el sentido común y el del humor que, al igual que tirar más veces el dado, aumentarán la probabilidad de éxito. Sin embargo, el gran olvidado suele ser el modelado, ese servir de ejemplo al que se refería Bandura con su teoría del Aprendizaje Social. Los niños aprenden observando, por lo que, probabilidad y aprendizaje vicario en mano, si quieres que tu hijo hable bien, hablemos bien, si quieres que sea respetuoso, seamos respetuosos y si quieres que sea feliz, seamos felices con ellos. Nuestra mayor obligación para con nuestros hijos es la de quererles incondicionalmente. Jamás tendremos la certeza absoluta de que vaya a salir bien, pero cuantas más veces tiremos el dado, más nos acercaremos a la matrícula de honor.
Publicado en La Opinión de Murcia