Hace unos días nos contaba la prensa que el pacto educativo nacional entra en su fase decisiva. Por lo que parece que ahora el pacto está en la cocina, entre fogones y según se puede ver, con un montón de expertos reunidos cual chefs organizando el mejor de los menús para conseguir las cinco estrellas Michelin de la educación española.
Deseo, espero de corazón, que decidan incluir una apuesta real por la excelencia educativa, adecuando los contenidos, los métodos y las exigencias a la realidad que vivimos y al inesperado mundo que les va a tocar vivir a nuestros hijos. No tendría mucho fuste poner en marcha un proceso para consensuar la receta del huevo frito, que para ese viaje no hacen falta alforjas. Parece lógico que se apunte a lo máximo, lo mejor; a mi modo de ver, la educación de calidad, a la que ningún pacto debe renunciar, debe ser una educación de máximos (si no, no sería de calidad), que ponga a disposición de todos lo mejor en cada materia. Eso no está reñido con reconocer que no todos están en condiciones de aprovechar el máximo: pero hay que ofrecerlo. Ese ambiente escolar permitirá que los más dotados académicamente desarrollen el máximo de su potencial, pero también que cada alumno reconozca sus posibilidades y pueda desarrollar sus capacidades hasta donde le sea posible. Y en ese ambiente, el profesor podrá, en definitiva, guiar a unos y otros, guiar a todos: porque sabe su materia con competencia, sabe adaptarse a los ritmos de sus alumnos y sabe, finalmente, valorar el nivel de adquisición de los conocimientos.
Este pacto que se está cociendo necesita ingredientes básicos de primera calidad. Como el resultado, sea el que sea, nos lo tendremos que comer los padres, me permito indicar mi lista de ingredientes, lo que me gustaría para mis hijos, sin más título que el de ser ´cliente´: la que paga la educación y sueldos de quienes pactan y madre de alumnos sobre los que recaerán las medidas educativas que salgan de ahí.
Al igual que en cualquier parte del país te puedes comer una tortilla de patatas, con las variaciones mínimas sobre su consistencia, o el si/no de poner cebolla. El pacto nacional de la educación debe incorporar unidad de leyes, criterios, contenidos, procedimientos de evaluación que sean iguales en todas las Comunidades autónomas, de manera que un niño que se va a Orihuela o Hellín no tenga que vivir el cambio educativo como si se fuera a Oporto o Montpellier. O que una niña identificada con altas capacidades en Cantabria, al llegar a Murcia no lo fuera, como si al viajar perdiera el talento por la carretera. También es importante unificar la atención educativa en el aula, todos los niños de cualquier comunidad autónoma de nuestro país se merecen una educación de excelencia independientemente de la renta familiar o de la Comunidad autónoma, o del pueblo en el que residan.
Para empezar a cocinar nos vamos al mercado, hacemos la compra y podemos pensar que la fiesta nos va a costar un dineral, pero quizás no sea tanto si quien cocina busca los mejores productos de temporada y aprovecha los recursos que tiene; paralelamente, puede que planificar un sistema educativo que funcione, que esté bien pensado no tenga por qué suponer un trastorno para el presupuesto.
No cabe duda de que la mejor inversión que puede hacer un país es la educación de sus ciudadanos, así como la mejor inversión que pueden hacer unos padres es acompañar, ayudar fomentar los valores, el esfuerzo, la dedicación, la entrega y el disfrute en descubrir y aprender continuamente. Debemos tener una política dirigida a la excelencia con un presupuesto adecuado a los resultados que queramos conseguir.
En la gastronomía, las listas de los restaurantes más populares se pueden consultar y son públicas. En el caso de la educación, ¿por qué no premiar a aquellos centros que lo hacen bien, que obtienen buenos resultados? Corrijo€ en todo caso, los resultados los obtendrán los alumnos. Sé que esto no es fácil de medir y tampoco de explicar, pero si lo fuera ya estaría funcionando.
Es sabido que, junto al conocimiento de ingredientes y recetas, uno de los secretos del éxito es el interés por lo que haces, lo que te motiva, te apasiona. Cocinar con pasión, dedicarte a aquello que te gusta y que no te importa dedicar horas y horas, porque eso realmente no lo consideras trabajo. Por tanto, hay que apoyar los intereses de los niños desde pequeños. Sobre todo, esas niñas a las que les gustan las ciencias. Hay que dar oportunidades para descubrir que las matemáticas, la informática o la ingeniería ¡son la caña!
La educación primaria, es la etapa clave en la que hay que empezar a desarrollar el talento. Estar atentos, descubrir las motivaciones de cada estudiante, y ofrecerle oportunidades para cultivar eso que le apasiona. No esperemos a la etapa universitaria, quizás para algunos sea demasiado tarde habiendo sido desechados del sistema educativo en secundaria aburridos o frustrados por no poder desarrollar lo que llevan dentro. La educación primaria es el mercado donde comprar los ingredientes adecuados, es la cantera donde encontrar el talento.
¿Por qué hay que buscar la excelencia en educación? Me parece llamativo que haya que explicarlo precisamente en educación: nadie duda que hay que buscarlo en Master Chef, Operación Triunfo o la Liga. En educación, como en el resto de ámbitos, ocurre que el talento que no se cultiva, se pierde. Porque es justo dar a cada uno lo que necesita. En esto consiste el principio de igualdad de oportunidades. Porque pactar sobre la idea de un sistema educativo que promueva la excelencia mejoraría la educación de todos. Porque los jóvenes con talento solo lograrán un desarrollo personal pleno si se les permite desplegar todo su potencial intelectual sin barreras.
Canteras deportivas, conservatorios de Música… ¿por qué no aplicar esta misma filosofía en el ámbito de las Ciencias, las Humanidades o la Tecnología? Porque es urgente romper con los mitos y prejuicios sociales que frenan su reconocimiento y desarrollo. Porque el talento de los más capaces puesto al servicio de la sociedad liderará la construcción de un futuro mejor para todos. Porque vivir de espaldas a la existencia de jóvenes con alta capacidad supone desatender en España a más de 400.000 personas menores de edad. ¡Vamos a cocinar!