La muerte, como un rayo, ha segado de un duro manotazo la vida de Peligros Nicolás.
Joven, con una marcada vocación de servicio, entendió siempre que lo bueno tenía que compartirse y su dedicación a la informática la llevó a ser una entusiasta de las nuevas tecnologías en cuanto que permitían, precisamente, ser cauce para la difusión de conocimientos, proyectos y experiencias. Tenía una visión entusiasta de la gente y de la vida. Quizá eso explique lo que probablemente sea su don más genuino: poner siempre su enorme caudal de inteligencia y capacidad al servicio de los demás.
Peligros era siempre una buena noticia. Irradiaba su pasión y dinamismo a quienes tuvimos la suerte de compartir proyectos con ella.
Ha disfrutado de la vida, daba la impresión de estar muy contenta, satisfecha. Se ha ido llena de felicidad.
Cuando la invité a participar en el grupo Giges, aceptó inmediatamente. Ya la conocía de antes, habíamos compartido varios proyectos juntos. Recuerdo uno que fue particularmente mal, al borde del desastre. Quedamos para ver qué había pasado, qué podíamos hacer. Peligros insistió en que el proyecto valía la pena y, por tanto, aunque hubiese que empezar desde cero, adelante, porque la idea era excelente aunque hubiésemos tenido un tropiezo.
En el último artículo suyo subido a la web de Giges reivindica una de sus grandes pasiones: el talento, detectarlo, cuidarlo, potenciarlo. En la web quedan todos los artículos que escribió con nosotros. Ahí se lee que en Giges buscamos la verdad en compañía de amigos. Encajaba muy bien en el grupo, claro.
Por su buen hacer, por su alegría contagiosa, su optimismo afable que nos ha robado el corazón a todos los que hemos compartido publicación y grata conversación ha hecho real esa amistad que nos une a quienes escribimos en Giges: Alberto, Alfonso, Andrés, Belén, César, Javier, José, José María, Marco, Rubén y yo mismo la tenemos como amiga y sentimos su pérdida recordando que su paso por nuestras vidas nos ha hecho un poco mejores.
En los últimos tiempos participamos, al margen de Giges, en proyectos que tenían que ver con la política, que es lo que estaba de moda. Hace unos días fue nombrada alcaldesa pedánea de Puente Tocinos por el PP. No apoyamos los mismos partidos políticos, teníamos discrepancias que considero importantes. Y así lo hablamos. Y lo hablamos. Y al final la cosa quedaba en que yo me encogía de hombros y ella sonreía. Y cada uno apoyaba lo que entendía mejor. En eso también era ejemplar: era muy fácil sumar trabajo y esfuerzos con Peligros, como con casi todo el mundo; pero es que con Peligros, también era fácil y fecundo discrepar.
Me acerqué al tanatorio y pude transmitir mi afecto a Ernesto, su marido. Fui a encargar una corona de “Tus amigos de Giges”. Cuando dije que era para Peligros, el empleado me dijo: “Buff, no sé dónde la voy a poner”. Los mil ámbitos en que ha participado querían dejar también una corona para testimoniar su gratitud y afecto.
Puebla publicó una viñeta que emocionó a cuantos la conocimos. Estos días he leído muchos elogios que, hasta donde conozco, me parecen merecidísimos. De parte de sus amigos de Giges, yo incluido, no había querido dejar de poner mi grano de arena en este coro de aplausos ante una vida admirable.
Me he acordado que algunos pueblos antiguos consideraban que los grandes alcanzan la inmortalidad cuando lograban un lugar destacado en la memoria de su gente. Por eso el discurso fúnebre, el elogio del difundo cuando ha concluido su vida terrena, era algo importante pues se dirigía a mostrar la vida del difunto como algo encomiable, que merecía ser recordado y puesto de ejemplo para las generaciones venideras.
Cuando el cristianismo se fue extendiendo retrocedió la costumbre de pronunciar el discurso fúnebre. Consideraba el cristianismo, por una parte, que la inmortalidad no se daba sólo en la memoria de los hombres sino que era algo más consistente y substancial; y, por otro lado, que si bien es importante que veamos cómo de admirables pueden llegar algunas vidas pues eso puede estimularnos a ser mejores, lo realmente trascendental es que Dios acoja entrañablemente a esa persona y que su juicio amoroso introduzca al difunto en la inmortalidad real y dichosa. De modo que, en vez de impulsar el discurso fúnebre, más bien interesa rezar, reconocer que nosotros llegamos hasta este lado de la muerte pero más allá todo se juega en un terreno del que sólo nos cabe esperar la ternura y la gracia. Con la seguridad de que si nosotros, con nuestras filias y fobias, consideramos que Peligros supera ampliamente todos los controles de calidad, con más motivo habrá superado el benévolo examen que todos hemos de pasar al adentrarnos en el más allá. Y habrá alcanzado la mejor de las coronas.
Publicado en La Opinión de Murcia.