Yihad 2.0 y Averroes

En cuestión de tendencias soteriológicas pocas propuestas hay más modernas, como señala Fabrice Hadjadj, que la salvación “digital” que se propone desde el yihad 2.0 actual.

Para el hombre moderno todo está a un golpe de clic y de teclado. Pulsas aquí y allá y encargas unas pizzas, lanzas una cabeza nuclear o provocas un terremoto financiero. Para muchos píos musulmanes conversos de hoy en día, también. Haces “clic”, oyes “boom” y subes directamente al cielo. Pero, ¿es así como hay que entender la yihad?

Son muchos los que dicen que no y está muy extendida la doctrina de que “jihad” se debe traducir más bien como el “esfuerzo” (nunca como guerra) vinculado a la forma en la que cada fiel musulmán afronta su vida y sus circunstancias particulares. También es conocida la distinción entre yihad mayor, entendida como un “combate interior” para purificación del alma, y una yihad menor, entendida como el esfuerzo defensivo (también bélico, llegado el caso) que debe llevarse a cabo si la fe es atacada: “Y combatid en el camino de Allah a quienes os combatan”. ¿Qué diría Averroes sobre la yihad 2.0 de Al Qaeda, DAESH o Boko Haram? El Libro del Alchijed, un librito publicado oportunamente por la Fundación Gustavo Bueno en la traducción del arabista Carlos Quirós Rodríguez podría ayudarnos a contestar la pregunta.

Ibn Rushd “El Nieto”, juez y jefe de jueces de la Córdoba y la Sevilla andalusíes, hijo y nieto de jueces (su abuelo era Ibn Rushd “El abuelo”, famoso qadí y alfaquí) se propuso a la edad de cuarenta años la composición de una obra con la que pretendía lo que hasta entonces parecía harto difícil: tratar de armonizar las cuatro escuelas de derecho islámico suníes. Su esfuerzo le llevó dos décadas y al cabo parió el Bidaya al Mujtahid (Distinguido jurista), una suerte de “summa” en cincuenta y siete tratados de jurisprudencia islámica, una obra verdaderamente titánica y un prodigio de racionalización. Y, sí, amigo lector, se trata de aquel sistemático pensador amante de la ciencia y de la especulación racional nacido en la Córdoba de 1126 que todos conocemos por Averroes; el que decía que Aristotelis doctrina est summa veritas; el mismo que apenas podía contener su frustración cuando veía que muchas teologías mezclando lo religioso y lo filosófico sin ton ni son se convertían en “apologéticas con poder punitivo”; exactamente el mismo que siendo el filósofo tal como no ha vuelto a haberlo igual entre los suyos (según Renan) tuvo que morir en el exilio por dedicarse a buscar una verdad [filosófica, humana] que “no puede contradecir a la Verdad” [revelada, perfecta]; aquel que hizo afirmaciones sobre el papel de la mujer en la sociedad tan sorprendentes como las que en otro lugar Manuel Ballester rescata: “en nuestras sociedades se desconocen las habilidades de las mujeres, porque en ellas sólo se utilizan para la procreación. Como en dichas comunidades las mujeres no se preparan para ninguna de las virtudes humanas, sucede que muchas veces se asemejan a las plantas en estas sociedades”.

Así pues, ¿qué podría decir sobre la yihad uno de los más brillantes intelectos del siglo XII? El Libro del Alchijed, décimo libro del Bidaya Al Mujtahid, se divide en dos partes. En la primera trata sobre los elementos básicos de la guerra: quién debe hacerla, a quién hay que combatir, cuándo, cómo, por qué, etc. La segunda parte, que es la mitad del libro, está dedicada por entero a las cuestiones concernientes al reparto del botín. De acuerdo con su metódico enfoque, Averroes expone paciente y sistemáticamente las diferencias y contradicciones entre aleyas coránicas, hadices y escuelas sobre las anteriores cuestiones para finalmente tratar de armonizar todos los puntos de vista fijándose más bien en los principios que inspiran sus diferencias que en la prolija relación de sus detalles. Por ejemplo, en el artículo 4º de la primera parte, sobre las condiciones previas para hacer la guerra, Averroes habla de la unanimidad entre las escuelas acerca de la necesidad de hacer una invitación al enemigo a aceptar el islam antes del comienzo de las hostilidades. Sin embargo, sobre “si es preciso reiterar la invitación cuando se renueve la guerra, difieren los pareceres, pues mientras unos la juzgan necesaria y otros preferible, algunos ni la creen necesaria ni preferible”. “La causa de esta diversidad de opiniones”, prosigue el cordobés, “proviene de una oposición entre palabras y hechos”. Y refiere que el Profeta, por un lado, de palabra aconsejaba reiterar la invitación pero que, por otro lado, “es un hecho bien comprobado que el Profeta atacaba al enemigo por la noche y hacía correrías de madrugada”. Y entonces el buen jurista trata de armonizar todas estas discrepancias.

Eso sí, hay que decir que ninguna de las escuelas jurídicas del islam suní del siglo XII que cita Averroes en su librito hace referencia alguna a la yihad entendida como esfuerzo o combate interior del creyente, ni a la típica distinción entre yihad mayor y menor. Ni una. La yihad es la guerra contra el infiel. Entonces, ¿le puede extrañar a alguien que uno de los padres fundadores de Al Qaeda y del yihadismo moderno, el jeque Abdullah Azzam, lo reivindique en su manifiesto “Súmate a la caravana” (Join The Caravan) de 1987? Ahora bien, ¿significa esto que Averroes, el filósofo, no tenía otra opinión particular? No lo sabemos. Mucho se puede especular pero, como recuerda Gilson, entramos en el terreno vedado de la conciencia individual.

Marco A. Oma

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