A hacer ‘flashback’

¿Quién nos iba a decir que “Amanece que no es poco”, la obra maestra de José Luis Cuerda, iba a proporcionarnos tantas coordenadas para no perdernos en el absurdo mapa de la actual política española?

Una película que, lejos de ser surrealista, constituye un hito subruralista por cuanto revela las dinámicas subterráneas de nuestra sociedad que afloran desde nuestro sentir más rural y atávico.

El alcalde del pueblo, magistralmente interpretado por Rafael Alonso, presenta el cacique estereotipado de impoluto traje, narcisista, vividor, de coche oficial con chófer, ajeno a la realidad del pueblo, pero que instrumentaliza maquiavélicamente para su provecho.

“Todos somos contingentes, pero sólo tú eres necesario” le aclaman los lugareños aleccionados cada vez que retorna de la capital; el alcalde exige alabanzas a su persona, una exhibición de relatos que, carentes de realidad, son propaganda de su persona.

Es difícil, a pesar de tanto relato, escapar de lo real. En la bienvenida al munícipe por antonomasia, los mozos no se pliegan al relato; están porque desean conocer la turgencia de la nueva querida del alcalde, mucho más joven que él; mientras, el coro de niños entona el himno “Valencia” (plaza clave electoral).

Valiéndose de su bastón de mando, el alcalde emplaza, por puro capricho, a todo el pueblo a hacer flashback, a retrotraerse a épocas ya superadas, (como quien invoca a dictadores momificados de épocas remotas o catástrofes remotas) y, aunque pretende que la realidad se ahorme a su relato, su capricho se hace trizas: los mozos reclaman a la muchacha y dejan en evidencia al alcalde por la diferencia de edad.

Ofuscado por la desobediencia popular, el munícipe, con cara de pocos amigos, acaba convocando elecciones generales por sorpresa y con carácter de urgencia, sin necesidad de carteles.

Todo deriva en unas grotescas elecciones instrumentadas maquiavélicamente por el munícipe que persigue avalar sus deseos de mantener el poder a toda costa, representado tanto por su relación con su querida como con su pueblo.

Esta España nuestra, sufrida de alma y de corazón labriego, se enfrenta a un mundo postmoderno donde la política de siempre ha mutado del cacique revestido de poderes fácticos al tirano revestido de relatos diseñados para ostentar el poder sin que nadie le chiste; imponiendo nuevos marcos mentales que cancelan y exilian a desobedientes y disidentes.

Tirano, sin embargo, es quien manosea en beneficio propio y a voluntad las instituciones de todos para desplazar los límites del sentido común y así aplastar el pensamiento crítico a sabiendas del poder coercitivo del Estado.

Xenófobos y racistas son quienes han profesado y profesan la religión abertzale sin examen de conciencia, ni contrición, ni propósito de enmienda; vejación y abuso de la mujer es quien aprueba leyes que sueltan violadores y cuyo fundamento es el subjetivismo y el idealismo woke para acabar borrándolas.

Asombrosas son las cotas inéditas de cinismo, cuando el verdugo se disfraza de víctima para llevarnos al límite, pendientes de un hilo, como el alcalde que se ahorca a modo de pataleta.

Para su propio interés, vacía los bolsillos de todos para “proteger” a agentes sociales, siguiendo la máxima de quien te protege, te domina; y para promocionar la construcción de ansiedades apocalípticas que amenazan más allá del bosque de su magnánima presencia.

O el caos o él; todo se plantea como amenaza y todo se manosea a su interés; encarnando el relato maniqueo del hipermoralismo repartirá etiquetas huecas de facha y ultra a quienes disientan o pongan en duda la existencia del traje del emperador y la solidez de su castillo de naipes.

Todo autoritario busca subyugar las instituciones del Estado para servirse en su escalada de poder; el salto al totalitarismo deviene cuando acaba suspendiendo los contrapesos que limitan la asimetría del poder del Estado frente al individuo y creando estructuras paralelas para ejercer el poder arbitrariamente sin rendir cuentas ante la Ley y el Poder Judicial.

Espero y deseo que nuestra España, doliente y abocada al delirio narcisista con estivalidad y alevosía de Sánchez, no acabe como la película de Cuerda y que nuestro único consuelo sea suspirar “Amanece, que no es poco”.

Publicado en La Verdad de Murcia (2/6/2023)

César Nebot

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