La violencia machista existe. Hay hombres violentos con pulsiones tiránicas que pretenden, utilizando la agresión física o psicológica anular la voluntad y la libre determinación de sus parejas o exparejas, llegando incluso al asesinato. Otras formas de violencia en el ámbito familiar no son ejercidas exclusivamente por hombres, pues aquella se ejerce también por mujeres hacia sus maridos, de padres y madres hacia los hijos, ancianos o personas vulnerables a su cargo y por supuesto, entre parejas del mismo sexo, sean estos hombres o mujeres. Y los resultados pueden ser igual de dramáticos independientemente del número de afectados por razón de sexo. Entonces, ¿por qué en España existe esa sensibilidad extrema hacia la violencia de carácter machista y, sin embargo, se ignora sistemáticamente la realidad de la violencia intrafamiliar en todas sus formas y expresiones?
La respuesta la encontramos en un cúmulo de factores que se explican y confluyen en la apropiación del victimismo y la colectivización como herramientas de cohesión política y social con intereses espurios. El hembrismo que domina la opinión publicada ha sabido rentabilizar muy bien ese aspecto, otorgando siempre a la mujer el papel de víctima sistémica por el hecho de serlo. Para entendernos: eso que llaman ‘heteropatriarcado’ tambiénsignifica que la consejera delegada de una importante empresa es una víctima frente a un señor sin trabajo y con familia a su cargo. Como un homosexual famoso y millonario siempre será una víctima sistémica frente a un heterosexual pobre e ignorado socialmente. Resumiendo, la indigencia intelectual convertida en herramienta de acción y control político.
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