El lugar más peligroso del mundo no es Corea del Norte, con sus campos de concentración en activo en pleno 2018. Ni Caracas, con sus 130 homicidios por cada cien mil habitantes. Ni siquiera se trata de algún recóndito lugar perdido en la selva amazónica o centroamericana controlado por el narco o las maras. Tampoco está en los escenarios donde se desarrollan las guerras de Siria, Sudán del Sur o la República Centroafricana. Ese lugar está en Portugal. Está en Francia. Está en EEUU. Está en Italia. Está en Nueva Zelanda. Ni siquiera la ruleta rusa es tan peligrosa. Se trata del vientre materno.
Veamos el caso español. En los vientres maternos españoles se da una mortalidad del 20%, aunque sabemos que es superior. Es decir, que muere uno de cada 5 niños concebidos. 94123 fueron abortados el pasado año. Según los datos oficiales el 89,75% de las mujeres lo hace “a petición propia”; el 62,79% no había abortado voluntariamente antes y un 24,41% lo hace por segunda vez; el 53,53% de las mujeres que abortan ya tienen, al menos, un hijo; el 58,39% trabaja por cuenta propia o ajena y el 80,25% tiene, al menos, un nivel de instrucción equivalente a ESO o superior.
La estadística también recoge los métodos anticonceptivos que pudieron haber sido empleados. De esos datos, llaman poderosamente la atención los siguientes: que 39796 abortos se produjeran después de usar métodos anticonceptivos, de barrera y hormonales, principalmente (¿somos tan estúpidos que no sabemos usarlos bien? ¿no funcionan tan eficazmente como nos dicen? ¿nos da igual, en realidad? ¿todo a la vez?) y que 33688 abortos (35,79%) se hayan producido sin tratar de evitar el embarazo por medio de ningún método anticonceptivo (¿tenían muchas ganas de ser madres y luego se arrepintieron? ¿son producto de un apasionadísimo e irresistible “spanish love”?). En los 20639 restantes no consta método anticonceptivo. Nos imaginamos que los datos no deben ser extraordinariamente distintos para los otros casos comentados.
¿Hay algo que objetar a todo esto? Al contrario. Para el comité de expertos de la ONU encargado de supervisar el cumplimiento de la cláusula sobre el derecho a la vida del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ratificado por la mayoría de los Estados, reunido en Ginebra el pasado 30 de octubre de 2018, el “derecho a la vida” incluye el “derecho al aborto” (y también el derecho al “suicidio”, que conste). Con un par. El profesor de derecho con sede en Jerusalem Yuval Shany que dirigía la redacción del documento defendía que había que «eliminar las barreras existentes que niegan el acceso efectivo de mujeres y niñas al aborto seguro y legal, incluidas las barreras causadas como resultado del ejercicio de la objeción de conciencia por parte de proveedores médicos individuales». Mientras se quedaba tan pancho con semejante declaración en una soporífera sesión de número 3561 de la 124ª sesión del Comité de Derechos Humanos de la ONU algunas de sus palabras consiguieron despertar al presidente del comité, el diplomático egipcio Ahmed Amin Fathalla, cuyo cerebro fue capaz de advertir y chapurrear en inglés ciertas inconsistencias en los fines discutidos, rápidamente acalladas por el resto: “No es momento de expresar opiniones subjetivas”, “No es el lugar”. Y tenían razón. ¿Qué diantre iba a decir ahora el presidente sobre el aborto y no sé qué otras chorradas si ya el año pasado se había declarado que el no nacido no tenía derecho a la vida? Cállese, abuelo, y atienda un poco más a sus nietos, hombre. ¿Y cómo se atreve a poner en duda la profunda sensibilidad humanitaria de Shany, que acto seguido no tuvo más remedio que declarar que “La historia juzgará hasta qué punto hemos logrado emitir una declaración normativa para las generaciones venideras”?
He aquí una gloriosa página más en la lucha por el derecho a la vida de la ONU. Lo bueno es que todo sucede con “normalidad”, en salas muy bien acondicionadas, con personas muy educadas y muy cultas, y que hablan en inglés: todo muy institucional a la par que multiculti. Hay hasta lirismo en esa plúmbea y grisácea eficacia burocrática. ¡Qué épico! ¡Qué heroísmo! ¡Qué inmenso orgullo y honor deben sentir los aborteros al ser reconocidos como héroes del derecho a la vida! La historia de la defensa de los derechos humanos no había alcanzado antes cotas de tamaña sublimidad.
Corolario 1
Winston Smith trabajaba para el Ministerio de la Verdad donde la guerra es la paz, el odio es amor, la mentira es la verdad. La ONU ahora declara que lo humano no es humano, la vida es la muerte y lo blanco, lo negro. Si el derecho a la vida consiste en la administración legal, pública y gratuita del derecho al aborto o al suicidio asistido, ¿cuánto falta para que la ONU declare solemnemente que el respeto a la dignidad y a la inviolabilidad del embrión humano incluye su derecho a ser eliminado o modificado genéticamente? ¿Estamos ya en vísperas del nacimiento de un niño que transformará la humanidad para siempre, ahora sí que sí?
Corolario 2
Y fue en ese momento cuando la rana empezó a atar cabos. Hasta ese momento creía que estaba en un spa pero cuando una sombra le hizo levantar la cabeza y, entre las brumas de los vapores, veía como empezaba a caer la tapa sobre la olla en la que se había metido entonces el batracio empezó a preguntarse por primera vez “¿cómo coj… había podido ser que acabara ella allí metida?”
¿Será capaz de saltar antes de que la tapa se cierre definitivamente?
Publicado en La Opinión de Murcia.