Terminó el mandato de Donald Trump, el más pacífico en la historia de los Estados Unidos desde Carter, el otro presidente que en los últimos cuarenta años no invadió ningún país, y la imagen que nos queda de sus últimos días es la de los disturbios en el Capitolio. Que los españoles no hayamos reparado en las repercusiones de la decisión tomada por Trump el pasado 10 de diciembre, cuando aun estando en condición de saliente reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, demuestra lo ajenos que vivimos a los entresijos de la política internacional.
En efecto, en una decisión que sacudió a las Naciones Unidas, la primera potencia mundial, y teóricamente nuestro principal aliado militar, se desmarcó de la ONU y del estatus de territorio pendiente de descolonización que todavía posee, desde la Marcha Verde, la antigua provincia española. Personalmente el destino de los saharauis me trae sin cuidado y es consecuencia de la miopía política que padecieron sus líderes independentistas en los años 70, cuando creyeron que en plena Guerra Fría se iba a permitir la formación de una república patrocinada por la Unión Soviética y Argelia en las costas atlánticas de África. Sus descendientes pagan hoy la decisión de hostilizar a las autoridades metropolitanas en lugar de aguardar una descolonización pacífica y beneficiosa para ambas partes. Lo que me preocupa es que, a todos los efectos, el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental por parte de los Estados Unidos clava irremisiblemente el ataúd de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla.
Habrá quien piense que se trata de una afirmación alarmista, y lo hará bajo cuatro premisas falsas.
La primera falsedad es que España es un país respaldado por una potente alianza militar (la OTAN) y otra política y económica (la Unión Europea). Y es falso porque Ceuta y Melilla quedaron fuera de la cobertura de la Alianza en el Tratado de Adhesión de España (aunque a Francia sí se le reconoció, cuando se fundó la OTAN, la cobertura sobre Argelia); como es falso que la Unión Europea, que se puso inicialmente de perfil en la Crisis del Islote Perejil de 2002, vaya a mover un dedo por nosotros.
La segunda premisa empleada por los autoproclamados antialarmistas es que el Derecho Internacional ampara a España. La falacia consiste en que olvidan la óptica marroquí. Marruecos tiene tanto derecho al Sahara como a Ceuta y Melilla: ninguno. Pero según su relato son tierras usurpadas, y les da igual si es legal o no su anexión. Fue ilegal la del Sahara Occidental en 1976, y hoy es reconocida por la principal potencia mundial, y será ilegal la de Ceuta y Melilla cuando se produzca. Hechos consumados frente al silencio de la ONU.
La tercera premisa falsa es que la diplomacia española es sólida y nos dará los apoyos de los que Marruecos carecerá. Y la falacia consiste en obviar que España no tiene política exterior (buena o mala) desde Aznar, mientras que Marruecos es aliado preferente de los Estados Unidos y Francia, uno de los países más influyentes de la Liga Árabe, y una potencia militar emergente financiada por Arabia Saudí.
La cuarta premisa falsa dice que los ceutíes y melillenses de ascendencia árabe o religión musulmana no desean renunciar a sus prerrogativas como ciudadanos españoles para quedar reducidos a súbditos de la monarquía autoritaria marroquí. La falacia, obviamente, pasa por recordar que a Marruecos la voluntad de la población local anexionada le importa poco, como han demostrado sus acciones en el Sahara Occidental.
Dicho esto, se abre un escenario complicado en el que España tiene todas las de perder en el mantenimiento de su soberanía en ambas ciudades africanas. Y eso sin mencionar otros factores como que en España son tradicionalmente pro-marroquíes la Casa Real y los dos principales partidos políticos, o como que en el arco parlamentario no pocos partidos verían gustosos cualquier muestra de debilitamiento o pérdida de la soberanía nacional. Hasta el futuro de las Canarias se debería ver con preocupación, pero aquí todos tan tranquilos…
Publicado en La Verdad de Murcia (29/1/2021)