La leal oposición

La británica es una democracia de mesa camilla. El Primer Ministro vive en un sencillo adosado en el 10 de Dowing Street, la Cámara de los Comunes es un claustrofóbico parlamento en el que seiscientos cincuenta electos se apretujan en horribles bancos corridos tapizados con pegajoso skay verde y con una mesa en el centro llena de libros viejos que recuerdan a una antigua enciclopedia del Círculo de Lectores, y es tal el civismo que al segundo partido con mayor representación lo llaman oficialmente La Muy Leal Oposición a Su Majestad. Las lealtades y deslealtades políticas británicas quedan perfectamente formuladas en la frase que cómodamente podemos atribuir a Churchill (quien, si no la dijo, a buen seguro la pensó, o la pudo pensar), de que “en la política británica, el rival está en la bancada de enfrente; el enemigo, en la bancada propia”.

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Una analogía futbolística

Imaginemos un hincha de un equipo de fútbol de esos que están secularmente enfrentados con el otro de la misma ciudad (puede ser Sevilla, Buenos Aires o Milán, tanto da). Imaginemos que su club quiebra y un empresario compra el estadio para traer un nuevo equipo con distinto nombre, uniforme y plantilla. El hincha se adscribirá a él, no tanto por apego (inexistente) al club recién llegado, como por su rechazo a abrazar los colores del odiado rival.

Algo similar le ocurrió al marginal comunismo español cuando la Unión Soviética y sus satélites desaparecieron y sus espacios fueron ocupados por siniestros nacionalistas ultraconservadores: había que alinearse con los nuevos señores porque cualquier cosa era preferible a renunciar a la inquina intrínseca hacia Occidente y la OTAN. Por eso en abril de 1999, en el punto álgido de su relevancia política (con veintiún diputados en las Cortes) y también de su chifladura (apenas se diferenciaba de su caricatura en los guiñoles de Canal Plus), Julio Anguita se despachó así la intervención militar de la OTAN en Yugoslavia ante la limpieza étnica que Serbia estaba realizando sobre la población albanesa de la provincia de Kosovo: “Milosevic tiene el defecto de ser de izquierdas, y por eso hay que acabar con él”. Si a alguien le quedaban dudas de la cordura de Anguita, las aclaró con la memorable frase: Izquierda Unida perdió trece escaños en las siguientes elecciones generales, apenas dos años después. El papelón que Unidas Podemos está desempeñando estos días blanqueando a Putin, haciendo desplantes a Zelenski, igualando a agresor y agredido y negando a Ucrania armas con las que ejercer su legítima defensa, es muy similar.

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Pájaros nacionalistas

Variantes dialectales principales de «els països catalans», según Tabarnia.org

El folclore de los campamentos de leñadores del norte de los Estados Unidos está lleno de extrañas criaturas que rivalizan con las que pueblan los bestiarios medievales europeos. Una de ellas es el pájaro goofus, un ave singular que, en palabras de Borges, “construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo”. Por eso el goofus es un pájaro nacionalista. Porque nada interesa más al nacionalismo que volver a unos orígenes siempre míticos e irreales en lugar de avanzar realmente. Lo estamos viendo estos días con la imposición por parte del PSOE, Compromís-Podemos y el PNV, nada menos que en la Mesa del Senado, de la ficción histórica de los “países catalanes”, un inexistente ente político que reemplaza la histórica Corona de Aragón con una entelequia lingüística, étnica y cultural que apesta a Europa de los años treinta con ruido de desfile al paso de la oca de fondo.

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Tan tranquilos…

Otros antes ya le hacían la cama al rey moro.

Terminó el mandato de Donald Trump, el más pacífico en la historia de los Estados Unidos desde Carter, el otro presidente que en los últimos cuarenta años no invadió ningún país, y la imagen que nos queda de sus últimos días es la de los disturbios en el Capitolio. Que los españoles no hayamos reparado en las repercusiones de la decisión tomada por Trump el pasado 10 de diciembre, cuando aun estando en condición de saliente reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, demuestra lo ajenos que vivimos a los entresijos de la política internacional.

En efecto, en una decisión que sacudió a las Naciones Unidas, la primera potencia mundial, y teóricamente nuestro principal aliado militar, se desmarcó de la ONU y del estatus de territorio pendiente de descolonización que todavía posee, desde la Marcha Verde, la antigua provincia española. Personalmente el destino de los saharauis me trae sin cuidado y es consecuencia de la miopía política que padecieron sus líderes independentistas en los años 70, cuando creyeron que en plena Guerra Fría se iba a permitir la formación de una república patrocinada por la Unión Soviética y Argelia en las costas atlánticas de África. Sus descendientes pagan hoy la decisión de hostilizar a las autoridades metropolitanas en lugar de aguardar una descolonización pacífica y beneficiosa para ambas partes. Lo que me preocupa es que, a todos los efectos, el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental por parte de los Estados Unidos clava irremisiblemente el ataúd de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla.

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Todos mediocres

Legislar en tiempos de pandemia es fácil cuando toda la atención del país está centrada en la tragedia sanitaria, los dos o tres casos de COVID que el doctor Simón dijo que tendríamos en España, la cifra de fallecidos que el Gobierno se empeña en ocultar porque parece que desde junio aquí no se ha muerto nadie o la devastación del tejido económico nacional. Por eso la última reforma educativa de la democracia, la LOMLOE (Ley Orgánica de Modificación de la LOE) se ha sacado adelante sin consenso como siempre, y sin discusión como nunca, y es ya una realidad cuyas novedades muy pocos conocen pero que todos imaginamos porque las polémicas son siempre las mismas: la demanda de enseñanza concertada, la repetición de curso, el estatus de la asignatura de Religión y su optativa, los cada vez menos exigentes requisitos para promocionar y titular en Bachillerato, el total abandono del idioma español en determinadas regiones del país, la renuncia explícita a las nociones de calidad y excelencia, la enésima rebaja en contenidos para que hasta una garrapata pueda obtener el título de Graduado en ESO y así en las estadísticas de la OCDE superemos a Uganda o Guatemala…

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