Cortinas de humo

Jesús Ferrero

Hay un acuerdo amplio sobre el futuro inmediato de la economía. A partir de otoño las cosas irán bastante mal.

Permítanme ser atrevido y afirmarles que la reciente subida de tipos de interés, después de 11 años, anunciada por el BCE, no es algo sorprendente ni excesivamente determinante. Ya se esperaba, como se espera que los efectos sobre la economía de dicha subida no sean inmediatos y empiecen a mostrarse aproximadamente dentro de un año.

Andamos inmersos en la defensa a ultranza de la transformación hacia una economía verde, la digitalización y el anuncio de subvenciones por cualquier cosa mientras, por otro lado, las subidas de impuestos son nuestro pan de cada día. Y ahí vienen los sumisos habituales, intelectuales con galones, reclamando subidas de impuestos a la banca dando por hecho que la subida del precio del crédito va a redundar en mayores ganancias para el sector financiero.

Estamos haciendo mal las cosas. A nadie le gusta contaminar, ni dejar a nuestros hijos un mundo peor. Pero es que con el rótulo de economía verde lo único que se está haciendo es colarnos una ocurrencia tras otra, cada una más derrochadora que la anterior aunque sea con el título de “sostenibilidad” y sin un estudio riguroso respecto al verdadero impacto en términos económicos y ambientales. Lo que sí se está consiguiendo es una escalada de los precios.

Respecto a la digitalización: cientos de expedientes paralizados en medio ambiente, aún tenemos que adoptar una posición activa en el pago anual del IRPF y para obtener una licencia de obras debes colmarte de paciencia. El PGOU de Cartagena es de 1987 y vete a pedir cita al consultorio en pleno mes de agosto y después evaluamos la experiencia. La digitalización, que debería ser liderada por la administración pública se materializa, en términos reales, en una vía de gasto indiscriminado sin resultados en lo público. Esta ineficacia en la gestión de lo público sólo nos lleva a subidas de precios.

Y luego están los estímulos de política fiscal, que se han multiplicado exponencialmente tras la pandemia, o eso nos dicen, que parecen no tener fin. 20 mil millones para el Ministerio de Igualdad, 590 millones para la agenda digital de la Región de Murcia o construcción de túneles, desde Sucina a Barqueros pasando por El Palmar como medidas estrella de programas electorales municipales. Y es que el año 2023 hay elecciones. Hace mucha falta que tales gastos se justifiquen en términos de efectividad. Pues bien, todas estas ocurrencias sólo nos llevan a subidas de precios.

Por lo tanto, por más que unos y otros nos quieran vender gato por liebre, estoy empezando a decantarme por pensar que las subidas de precios no son casuales. No es suficiente con alegar que tales subidas se deben a shocks de oferta. Hay que indagar si tales shocks están siendo estimulados por la mala acción gubernamental o si están siendo efectivamente provocadas de forma premeditada.

Sea como fuere, las actuales subidas de precios van a tener más efectos negativos de los esperados. Los ahorros, en los casos en que no desaparezcan totalmente, se van a ver considerablemente reducidos. Las medidas gubernamentales, por muy bien pensadas que estén, no van a beneficiar a todos los sectores productivos de la forma en que estos lo necesitan, y dadas las actuales cadenas de valor muchas empresas se verán obligadas a despedir trabajadores e incluso a cerrar por lo que nos veremos abocados a la ruina, el 24 va a ser un año durísimo: malgasto, elecciones e incapacidad, ¡Menudo mix!

En esta situación, los gobernantes deberían centrarse en minorar sustancialmente el gasto público, ceñirse a lo estrictamente necesario y procurar, en lo posible, que cualquier euro dirigido al sector privado vaya encaminado a mejorar la capacidad de producción de los factores.

O esto o podría pensarse que los gobiernos nos quieren empobrecidos y, por tanto, dependientes de las limosnas (con el nombre de subvenciones o cualquier otro) que la administración pública tenga a bien concedernos. No sin antes recaudar, esquilmar, a autónomos, pymes y al sector privado en general, que es de ahí de donde sale el dinero público.

Publicado en La Verdad (25/8/2022)

Rubén Martínez

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