La perversión del lenguaje

Orwell escribía en su novela 1984: “La filosofía del Partido negaba no solo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común”.  Este control de la sociedad del que habla Orwell se transmite a través de una jerga propia, la neolengua, que no son más que unas palabras que suenan bien, pero que nos impiden ver lo que hay detrás. Tres ejemplos actuales de esa manipulación del lenguaje.

Hace unos días el delegado del Gobierno en la Región de Murcia, José Vélez, dijo que se iba a combatir el abandono escolar. Desde luego que es loable la intención de que nuestros alumnos no dejen el sistema y sigan formándose. El problema viene en la letra pequeña. Las medidas que se proponen son la digitalización de los centros y más orientadores, palabras-talismán que impiden ver la realidad de los centros donde la solución no va por ahí. Desde hace 30 años está en vigor la LOGSE o leyes parecidas que nos han llevado a unos niveles educativos de los más bajos de la OCDE. Se ha rebajado la exigencia hasta límites insospechados. Los alumnos que proceden de clases más bajas no tienen opciones de subir en el ascensor social con su esfuerzo. Habrá que empezar a pensar que las soluciones al abandono deben pasar por otras medidas, como que los alumnos aprendan a leer y escribir correctamente, cosa que hoy día no ocurre y que los títulos que consiguen sean a través del esfuerzo.

El segundo ejemplo tiene que ver con la democracia. Palabra que en la neolengua de nuestros políticos significa votar cada cuatro años y hacer lo que les venga en gana el resto del tiempo. A los políticos independentistas catalanes actuales no se les oye otra cosa que apelar a la democracia para justificar su actitud. Dan un golpe de estado, malversan dinero público en votaciones ilegales, abren embajadas de manera ilegal en el extranjero, riegan con dinero público organizaciones violentas…, y cuando se les pide responsabilidades se escudan en la palabra mágica: “Lo hacemos democráticamente”. No es algo exclusivo de ellos, muchos dirigentes de Podemos dicen que en España no hay una democracia normal porque no hacemos lo que ellos dicen y no votamos lo que ellos quieren. En el colmo de la desfachatez, se han llamado y se llaman democracias populares a regímenes comunistas totalitarios, como los países de Europa del Este durante la Guerra Fría. La democracia es esencialmente un estado de derecho en el que los ciudadanos estamos protegidos frente al capricho del político de turno.

En tercer lugar están las energías renovables, otra palabra que se emplea con profusión y que tiene buena prensa. Pedro Sánchez ha dicho que somos campeones mundiales en ellas. Pero nos esconden que son poco fiables y caras. Así está el precio de la luz. Como es menos simpático y eso no cabe en su lengua, nos hurtan el debate de la energía nuclear, mucho más barata y fiable. Solo ha habido tres accidentes nucleares graves en la historia, en Harrisburg, en los albores de la energía nuclear, en Chernobil, debido al calamitoso sistema comunista soviético y Fukushima, tras una catástrofe natural muy improbable. Y además, tenemos varias centrales nucleares cerca de la frontera con Francia. Cuando no hace sol o el viento se para, cosa no infrecuente en España, nos dedicamos a comprar hipócritamente la electricidad en Francia. Macron ha anunciado una inversión de 30.000 millones en centrales nucleares para preservar la independencia energética de nuestro país vecino del norte y nosotros como siempre, en la luna de Valencia.

Y luego nuestros políticos se quejan de su falta de popularidad. Es la consecuencia lógica de sus actos. Deben tener una legión de asesores que les dicen que sólo nos deben contar cosas agradables y positivas, y por eso nos edulcoran la realidad, escondiéndola. Me quedo con la siguiente reflexión de Chesterton: “A cada época y cultura, las salva un pequeño puñado de hombres que tienen el coraje de ser inactuales”.

Publicado en La Verdad de Murcia (22/10/2022)

Andrés Nieto

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