Negacionismo

N. Vavílov en la cárcel, 1942

Con “Lo niego todo”, Sabina nos ofrece un himno de negación de las creencias en torno a su persona. Con el barro público actual ¿será tachado de negacionista?

La RAE define el negacionismo como aquella actitud consistente en la negación de determinadas realidades y hechos históricos, especialmente el holocausto. Y es que el negacionismo consiste en rechazar cierto tipo de realidades: aquellas que pueden ser comprobadas. Negar una creencia, el valor de la vida, la existencia de Dios, una ideología o la validez de una idea no puede ser negacionismo, sino escepticismo, nihilismo, ateísmo, crítica o algo así. Negar algo ideal, una ideología no puede ser negacionismo. De lo contrario, podrían tacharle de negacionista por negar la existencia de unicornios de colores. En cambio, un terraplanista sí que niega la comprobada esfericidad terráquea.

Una clave del progreso tanto de la ciencia como de las democracias liberales ha sido aceptar que la multiplicidad de accesos a la realidad es enriquecedora; por el contrario, cuando se ha optado por una única visión válida, negando legitimidad a otras opciones, se ha acabado en el estancamiento en la ciencia y en el autoritarismo en política.

Los relatos han sido instrumentos para comprender el mundo cambiante y complejo. Por eso, antaño, se contaban cuentos como Caperucita Roja, la Cigarra y la hormiga o Blancanieves para explicar las consecuencias de la ingenuidad, la imprevisión o ser incauto ante el poder y la vanidad. Estos relatos eran herramientas didácticas: gracias a ellos la mente adulta reconoce lobos estrategas, cigarras parlanchinas y espejitos mágicos ocultos en la complejidad inabarcable de lo real.

Pero la posmodernidad impuso la inexistencia de lo real y el relato ocupó su espacio. Si ya no queda verdad y realidad, si sólo queda relato, entonces vamos involucionando y por eso los nietos ya no entienden el mundo escuchando los cuentos con moraleja o la experiencia de sus abuelos, sino que perciben constructos a base de pantallas. En el orden político, aniquilada la realidad, el debate de ideas desaparece, sólo queda el combate de relatos. La verdad orwelliana es el relato que impone el partido desde el poder. Y debe ser único para monopolizar el pensamiento pues debatir contrapone al poder. Los totalitarismos son conscientes.

En 1937, la URSS purgó a científicos que se oponían al relato oficial del partido comunista y a los dogmas marxistas sobre la Naturaleza. Fusilaron a 83 biólogos y 22 físicos por mantener que el gen era la unidad de herencia y por mostrar desconfianza ante las teorías de Lysenko aprobadas por Stalin. El afamado científico Vavilov que discutió el relato oficial fue etiquetado de fascista y encarcelado; murió en 1943 por inanición ¿Quién fue el negacionista, Vavilov o Lysenko?

El totalitarismo nazi fue muestra de cómo lo político y la imposición del relato sobre la realidad genera monstruos no dejando al margen ni siquiera el trabajo intelectual sobre la Naturaleza. De filosofía o ciencias sociales ya ni hablamos.

En ciencia, debatimos ideas generalmente contrapuestas y las contrastamos empíricamente para descartar las que no coinciden con la realidad, pues de eso se trata. Por el contrario, los ideólogos no buscan la verdad, sino reforzar su relato, adaptar la realidad a su narración. Buscar al científico que ofrece el dato que cuadra con el relato es como buscar al médico que permite fumar o ser el terraplanista que niega la esfericidad terrestre porque su entorno inmediato es plano. Así blindan su propia ignorancia.

Entramos en año electoral y el gobierno (los primeros negacionistas de la pandemia antes del 8M pese a las alertas reales), su gabinete masivo de relatos de consistencia efímera y su red de panfletistas ya están repartiendo etiquetas a quien ose discutirles la imposición de ideologías, credos y mantras. Como ser censura de escépticos o críticos no tiene buena prensa, todo aquél que no se pliegue al relato oficial conveniente será negacionista (o cancelado, la nueva forma de purgar del siglo XXI)… pero ¿negacionistas de qué realidad? La que convenga a la oficialidad porque la realidad… ¿de quién depende eh, de quién? Al final, con tanta etiqueta indiscriminada acabaremos todos con Sabina entonando “Lo niego todo”.

Publicado en La Verdad de Murcia (16/122/2022)

César Nebot

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