Solidaridad

Desde hace un tiempo se ha puesto de moda, entre un número apreciable de nuestros universitarios, el abandonar una carrera y empezar otra porque no se ven cumplidas sus expectativas iniciales.

Cada uno es dueño de su vida y un liberal militante como yo no tendría nada que objetar. Pero, en la realidad no sólo están las motivaciones y decisiones de cada uno. En este caso hay una cuestión sobre la que sugiero pensar. El problema surge en el momento en que los alumnos universitarios españoles pagan solo una parte que no llega al 20% de lo que realmente vale la matrícula. Es decir, el 80% de la matrícula de las sucesivas carreras, lo pagamos a través de nuestros impuestos. Así que ya no se trata sólo de las decisiones de cada uno.

En países mucho más ricos que España, como en Alemania, se devuelve el 50% de las becas con un periodo de carencia de 5 años. Es algo común a la mayoría de países europeos que las becas no son a fondo perdido, sino que hay que devolver una cantidad al Estado en todos los casos. Es una forma de responsabilizar a los universitarios de que el dinero que se les asigna no es un maná caído del cielo, sino que procede de los impuestos. Prestarles dinero les ayuda, les permite un desahogo, los estimula a esforzarse y, en suma, los convierte en gente responsable, que sabe que las cosas cuestan; regalarles dinero, ¿no podría convertirlos en gente irresponsable, que no valore el esfuerzo que la sociedad hace para darles la oportunidad de prosperar?

No es un caso aislado dentro de nuestra forma de gestionar el dinero público. En los institutos de Secundaria estamos cansados de ver alumnos disruptivos y con malísimas notas que proceden de familias atendidas por Servicios Sociales y que reciben una asignación económica mensual. ¿No serían más responsables, mejores ciudadanos, si las ayudas económicas estuviesen vinculadas al comportamiento y al cumplimiento de sus deberes escolares? También es una solución habitual en otros países europeos, y como nuestros políticos nos dan siempre la murga de armonizar muchos asuntos con Europa, podrían empezar con éste.

El dinero público, aunque alguno no lo crea, procede de los impuestos que pagamos los ciudadanos, y pertenece a ellos, no a los políticos. Es famosa la emblemática frase de la inefable exvicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo, diciendo que el dinero público no es de nadie. No se trata de una ocurrencia feliz de Doña Carmen Calvo sino que ella dice con el candor que la caracteriza lo que está en el núcleo de ciertos planteamientos ideológicos.

Desde esa perspectiva, el Estado con el maná del dinero público (ese que han sacado de los bolsillos privados) tiene como finalidad “hacer el bien”, repartir dinero a trocho y mocho. Porque son así de buenos, no lo hacen pensando en el detalle de que por el camino ellos se enriquecen ni que los receptores de ayudas son un nicho de votos. No, lo suyo es puro buenismo.

A diferencia, según parece, de todos aquellos que se esfuerzan todos los días en su trabajo. Así hacen dinámica la sociedad, valoran y devuelven lo que recibieron, y generar riqueza. Riqueza espiritual (la alegría de vivir trabajando y alcanzando metas, la satisfacción de lograr un prestigio, por ejemplo) y material, es decir, dinero en primer término para quien trabaja pero también para financiar los servicios públicos de los que puedo usar porque los financio yo y, por tanto, tengo derecho a exigir que funcionen de un modo transparente y eficiente.

Resulta necesario, por eso, que en vez de que políticos y medios de comunicación nos hablen tanto de derechos, subvenciones y otras bondades que pagan con nuestro dinero, hablen también de las obligaciones que tenemos todos con la sociedad, cuya expresión más gráfica es la seriedad en nuestro trabajo.

Con mayor eficiencia en el control del dinero público ¿no tendríamos unos servicios públicos más profesionales y unas pensiones más dignas para nuestros mayores?

El problema del que hablamos no es nuevo. En 1974 Randy Newman cantaba Mr. President, have pity on the working man.

Publicado en La Verdad de Murcia (18/11/2022)

Andrés Nieto

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