En Estados de derecho democráticos, nuestro comportamiento trasciende al egoísta racional. Nos preocupamos por los demás. Experimentos con chimpancés mostraron que se comportaban más ajustados a la teoría del egoísmo racional que los humanos. No tenemos menos racionalidad; somos más sociales. La realidad supera a la teoría. Como la Ciencia se aproxima a lo real rechazando empíricamente lo falso, es honesto cambiar la teoría cuando queda refutada. En cambio, las ideologías, como revelaciones, hacen lo contrario: mutilan la realidad que no cuadra. Las teorías científicas son falseables, según Popper.
Ante “los cisnes son blancos” debemos buscar cisnes negros. Las ideologías corren a pintarlos de blanco o aniquilarlos. Evitan que la realidad fastidie una teoría social. Cuando Milgram presentó su experimento, muchos aseguraron que apenas un 2 ó 3% (como Simón) aplicarían corrientes mortales al entrevistado. Se equivocaron. Un 62% pasaba a modo agente olvidando sus reparos morales. Se reconsideró la teoría del carácter marginal de la maldad humana. En “Eichmann en Jerusalén”, Arendt propuso el concepto de banalidad del mal; marcos totalitarios propiciarían que personas no psicópatas obrasen el mal banalmente. Alivia vivir en una sociedad sin estos marcos, todavía.
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