Tiempo de utopías

Nos gustaría que el mundo en el que vivimos fuera perfecto, que no hubiera males, ni problemas. Nos gustaría vivir en un mundo maravilloso donde todos los ciudadanos gozaran de paz, libertad, concordia, justicia, calidad de vida, bienestar socioeconómico y satisfacción personal. Y, ya puestos, también nos gustaría ser nosotros mismos perfectos y vivir con dignidad.

Son, en otros términos, tiempos de utopías y grandes esperanzas, que diría Dickens o, en un sentido más costumbrista, tiempos de búsqueda de una sociedad perfecta, saludable y feliz, o, parafraseando el título de la novela futurista del escritor británico Aldous Huxley, tiempos de pensar en un mundo feliz.

Quizá fantasear con esos nobles anhelos tenga su origen en una deficiente relación con la realidad. Quizá sea un escape hacia la realidad virtual porque la realidad-real no se pliega a nuestras expectativas. Es más, nos obliga a plegarnos a sus exigencias, a veces de manera resiliente.

Y así transcurren nuestras vidas, entre la situación concreta que nos ata al momento y la percepción de que eso que no puede ser todo ni, por supuesto, lo mejor; una tensión, a falta de otra denominación, entre la tópica y la ética de la existencia, entre la utopía y la distopia o antiutopía. Continuar leyendo “Tiempo de utopías”

Si Orwell conociera Twitter…

En el mundo antiguo, se forjaban mitos para dar respuesta a cuestiones sociales y vitales de nuestra naturaleza humana. En nuestro mundo globalizado, persiste la creación de relatos pero no para ofrecer respuestas. Nuestra capacidad de cuestionar la realidad está en extinción. En su lugar, los relatos sirven para construir realidades no para explicar las existentes. El experimento radiofónico de Orson Wells en 1938, que recreó la novela de H.G. Wells “La guerra de los mundos” como acontecimiento real, constató que la realidad social se construye. Muchos vivieron como real la invasión alienígena y actuaron bajo el pánico. Los mass media se revelaron determinantes para que los relatos se constituyeran en la argamasa de la realidad. 

Por aquel entonces, George Orwell, que se había alistado a la Guerra Civil para defender la República ante la ola de fascismos que azotaban Europa, conseguía huir de una Barcelona caótica perseguido por camaradas de su propio bando. Sufrió en primera persona el acoso por realidades alejadas de la Verdad que propagaban ambos bandos. La posverdad no es algo nuevo. Orwell se llevó una experiencia inolvidable que plasmaría en su “Homenaje a Cataluña” y diez años después sería fuente para su célebre obra, “1984”. Su gran preocupación, incluso más que la propia guerra, fue cómo el totalitarismo deforma la Historia para someter el futuro. Continuar leyendo “Si Orwell conociera Twitter…”

La letra con tablet entra

Cada poco tiempo vuelve a estar de actualidad la Educación. Y nuevamente, los diferentes sectores implicados esgrimen sus argumentos para solucionar el problema de la escasa excelencia de nuestro sistema educativo. Se compara el actual con los anteriores, el de otros países con el nuestro, el de unas comunidades autónomas con otras; se critica la falta de inversión en Educación o se achaca el fracaso educativo a los cambios sociales. Algunos ponen el acento en la masificación de las aulas o en la pérdida de la disciplina; otros, en la ausencia de medios tecnológicos suficientes o en el propio diseño curricular de las distintas etapas educativas.

Hay quien sugiere metodologías basadas en el aprendizaje cooperativo y por proyectos, o en la potenciación de las inteligencias múltiples. Los más audaces proponen cambios drásticos: currículos flexibles según los intereses del alumno, eliminación de las aulas, los libros y los exámenes. Hay muchas propuestas, pero no nos ponemos de acuerdo en cuál es la mejor solución.

Si repasamos los sistemas educativos con los que han estudiado los españoles actuales, podemos distinguir tres grandes etapas: hasta que se aprobó la Ley General de Educación (en 1970) las Humanidades eran las grandes protagonistas, pero la formación en Ciencias era insuficiente; con la instauración de la EGB y del BUP quizá se logró el mejor sistema educativo que hayamos tenido, salvo en lo que se refiere a la enseñanza de idiomas; la tercera etapa, que se inaugura con la LOGSE, tuvo de positivo que la enseñanza obligatoria se extendió hasta los 16 años, pero empeoró todo lo demás. Continuar leyendo “La letra con tablet entra”

Dejemos el pesimismo para tiempos mejores

¿Acaso no les provoca cierta desidia hablar de política? Si es así, se encuentra entre la mayoría de españoles y, ciertamente, puede seguir leyendo este artículo porque reconozco que yo también empecé el año con cierta dosis de pesimismo: apertura del aeropuerto internacional de Corvera, llegada del AVE soterrado, falta de agua para abastecer al sector agrario y agroalimentario, y un largo etcétera de recurrentes problemas que parecen no tener fin.

Menos mal que este año todos esos problemas van a quedar debidamente solucionados y si, además, resulta que nos van a bajar los impuestos, necesariamente tendremos que buscar nuevos temas con los que entretenernos ‘políticamente hablando’.

Hablemos entonces de robo-advisors. Los robo-advisors son servicios de asesoramiento y gestión financiera online, con mínima intervención humana. A través de la implementación de una serie de cálculos recurrentes pueden elaborar y tomar decisiones de inversión de forma totalmente automatizada. Un robo-advisors es un asesor financiero en forma de bits, y no de carne y hueso. En general, este tipo de programas o servicios, teniendo en cuenta tu perfil inversor, edad, etc. realiza por ti las inversiones necesarias en fondos de inversión, etc. para maximizar tus ganancias, haciendo cambios, cuando proceda, para minimizar las posibles pérdidas. Y todo basado en cálculos matemáticos. Qué lejos quedan ya esos tiempos en los que se miraba con cara rara a quien se le ocurría sacar un plástico para pagar en el restaurante, y miren ahora. Continuar leyendo “Dejemos el pesimismo para tiempos mejores”

Un pacto excelente, un plato excelente

Hace unos días nos contaba la prensa que el pacto educativo nacional entra en su fase decisiva. Por lo que parece que ahora el pacto está en la cocina, entre fogones y según se puede ver, con un montón de expertos reunidos cual chefs organizando el mejor de los menús para conseguir las cinco estrellas Michelin de la educación española.

Deseo, espero de corazón, que decidan incluir una apuesta real por la excelencia educativa, adecuando los contenidos, los métodos y las exigencias a la realidad que vivimos y al inesperado mundo que les va a tocar vivir a nuestros hijos. No tendría mucho fuste poner en marcha un proceso para consensuar la receta del huevo frito, que para ese viaje no hacen falta alforjas. Parece lógico que se apunte a lo máximo, lo mejor; a mi modo de ver, la educación de calidad, a la que ningún pacto debe renunciar, debe ser una educación de máximos (si no, no sería de calidad), que ponga a disposición de todos lo mejor en cada materia. Eso no está reñido con reconocer que no todos están en condiciones de aprovechar el máximo: pero hay que ofrecerlo. Ese ambiente escolar permitirá que los más dotados académicamente desarrollen el máximo de su potencial, pero también que cada alumno reconozca sus posibilidades y pueda desarrollar sus capacidades hasta donde le sea posible. Y en ese ambiente, el profesor podrá, en definitiva, guiar a unos y otros, guiar a todos: porque sabe su materia con competencia, sabe adaptarse a los ritmos de sus alumnos y sabe, finalmente, valorar el nivel de adquisición de los conocimientos.

Este pacto que se está cociendo necesita ingredientes básicos de primera calidad. Como el resultado, sea el que sea, nos lo tendremos que comer los Continuar leyendo “Un pacto excelente, un plato excelente”