Responsabilidad social y administraciones públicas

La responsabilidad social corporativa puede definirse como un instrumento de gestión que refuerza y mejora los impactos que una determinada acción, sea empresarial, social o política tiene sobre la sociedad que los recibe. Para ello debe responder a una perspectiva global e integradora que tenga en cuenta aspectos de responsabilidad, sostenibilidad, competitividad y participación. Ha de ser innovadora tanto en objetivos como en procesos, generando un triple impacto (personas, entidades, sociedad) para el que resulta imprescindible una correcta identificación, interpretación y gestión de los llamados grupos de interés, individuos y colectivos que se ven concernidos y afectados por esas decisiones.

Y por lo que respecta a las instituciones, entronca directamente con lo que se conoce como buen gobierno, esto es, se ejerce de forma objetivamente correcta, pues persigue cumplir con los intereses generales. En definitiva, es legal, transparente y eficiente. Todo esto en potencia, ya que la reflexión que quiero hacer confronta este ideal teórico con la práctica habitual en muchos departamentos de las distintas administraciones públicas. Continuar leyendo “Responsabilidad social y administraciones públicas”

El homérico aburrimiento de Homer

Nuestros niños se aburren. Disponen de más juguetes, más espectáculos, más al alcance de un clic que nunca. Nunca lo han tenido tan fácil. Nunca se han aburrido tanto.

Es verdad que hay ocasiones en que la bien provista faltriquera de Papá Noel, el trío real o de unos papás obsequiosos mitiga un tanto el tedio. Pero es como rascar la sarna, cuando más cachivaches, más implacable resurge el hastío. En definitiva, sabemos que se puede entretener o enmascarar pero que por ahí debajo, en los repliegues del inconsciente acecha el tedio.

Y no es buen síntoma.

No parece originarse en una dolencia física (salvo que somaticemos, que todo podría ser); más bien apunta a un trastorno de tipo cultural.

Tiene que ser algo que hay en la cultura europea reciente. Reciente, porque los niños de mi infancia (era el milenio pasado, es verdad) no nos aburríamos (y eso que no teníamos cacharrería electrónica, ni tele y, a veces, ni siquiera balón). Y europea u occidental, porque no consta que los niños de otras latitudes se aburran, ni siquiera cuando viven en un contexto occidental. Piensen, si no, en los hijos de las denominadas ‘madres tigre’ según la fórmula puesta en circulación por el libro Madre tigre, hijos leones: una forma diferente de educar a las fieras de la casa: los hijos leones de las madres tigre no se aburren. Tendrán otros problemas con otros síntomas, ¿y quién no tiene algún achaque? pero no se aburren, que es el tema en el que estamos. Continuar leyendo “El homérico aburrimiento de Homer”

Nacionalismo e instinto

Si analizáramos la fisonomía de nuestras ciudades con criterios estrictamente funcionales y de acuerdo con las necesidades actuales, no entenderíamos por qué su casco antiguo presenta un trazado irregular de calles estrechas, en vez de grandes avenidas rectas. Pero las ciudades son el resultado de un lento proceso de modificación de estructuras preexistentes para ajustarlas a las necesidades que han ido surgiendo a lo largo de los siglos, reutilizando los espacios y materiales previos. Es mucho más fácil urbanizar un barrio de nueva creación que remodelar uno antiguo para hacerlo más funcional, igual que para un arquitecto es mucho más sencillo diseñar un edificio nuevo para albergar un museo (como hizo Calatrava en la Ciudad de las Artes de Valencia) que reutilizar uno antiguo (como hizo Moneo con el Museo del teatro romano de Cartagena). Pero no siempre es posible; la mayoría de las veces hay que modificar lo que ya existe.
Esto sucede, también, con nosotros mismos. Nuestro cuerpo y nuestra mente son el resultado de un largo proceso evolutivo que comenzó hace casi 4.000 millones de años, cuando apareció en nuestro planeta la primera forma de vida. En conjunto, nuestro organismo constituye un maravilloso prodigio de diseño funcional. Pero también encontramos en él estructuras inútiles, como el apéndice, a las que llamamos órganos vestigiales; otras que se han tenido que adaptar a un uso distinto de aquel para el que se formaron, como la columna vertebral; y otras poco prácticas, como la faringe, la cual utilizamos tanto para comer como para respirar, dando lugar a la posibilidad de atragantarnos (cualquier ingeniero habría diseñado una vía distinta para la entrada del aire y la del alimento, lo que permitiría tragar y respirar a la vez). No todo es perfecto; como dijo socarronamente un biólogo, ¿qué arquitecto habría diseñado una ciudad en la que la zona de recreo estuviera junto a la de evacuación de residuos? Continuar leyendo “Nacionalismo e instinto”

Aprecio y desprecio del consumo

Horacio, allá por el siglo I, acuñó la máxima sapere aude, atrévete a saber. Al parecer, para saber, hay que echarle valor, atreverse. Si Horacio viviese y si fuera un observador de lo que muchos de nosotros hacemos en este periodo navideño de consumo desenfrenado, quizá reclamaría otro tipo de valor u otro tipo de saber diciendo sapere consumere ecoeticus, atrévete a ser un consumidor ecoético, a consumir de manera ecoética.

Hablar de consumismo, y más en estas fechas, no resulta novedoso. Como tampoco lo es señalar que ese afán consumista traduce una adicción, como tantas otras que padecemos los humanos, la adicción por gastar, por tener y por consumir como forma de llenar nuestras vidas o nuestro tiempo, lo cual supone una restricción de nuestra libertad. De ahí que se requiera valor y atrevimiento para manejar el asunto, sobre todo en tiempos donde la crisis del estado del bienestar sigue estando presente y donde la venta y la compra de cualquier cosa vertebra y sustenta el sistema económico, político y social. Continuar leyendo “Aprecio y desprecio del consumo”

¡Feliz solsticio navideño!

La Virgen rodeada de ángeles, de William-Adolphe Bouguereau

Un año más, a finales de diciembre, nos disponemos a celebrar… algo. ¿Y qué es lo que festejamos? Bueno, eso depende de a quién se le pregunte, pero está claro que no todo el mundo celebra lo mismo.

Lo que sucede con la Navidad es un fenómeno muy interesante desde el punto de vista sociológico. Hay otras celebraciones religiosas durante el año, pero no están sometidas a la tensión que resulta de intentar darles un sentido u otro: simplemente, los creyentes las celebran y los que no lo son, pues no. Pero esta fiesta concita una adhesión casi unánime, aunque las motivaciones de unos y otros para celebrarla sean muy distintas.

Para los cristianos la Navidad conmemora que Dios se hizo niño y habitó entre nosotros. Los no creyentes no comparten este sentido trascendente, pero sí la consideran una fiesta entrañable en la que los miembros de la familia se reúnen en torno a la mesa, se hacen regalos y participan de ese Continuar leyendo “¡Feliz solsticio navideño!”