En su conocido análisis de la sociedad totalitaria, señala Orwell que si tenemos la libertad de afirmar que dos y dos son cuatro, podríamos salvarnos.
Hay mucha miga en esa afirmación aparentemente trivial. Porque podría ocurrir que alguien pensara que dos y dos no son cuatro. Sería un error pero, sobre la base del respeto a quien se equivoca y la idea de que hay una solución verdadera, cabría el sosegado y democrático diálogo.
Hay quienes ven signos crecientes y preocupantes de totalitarismo entre nosotros hoy. Se apoyan en la idea de que el número de asuntos sobre los que la presión pública impide hablar es creciente. Y si no se puede debatir, vamos mal vamos.
Veamos algunos ejemplos.
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